Me descubre Twitter una auténtica maravilla: el trabajo fotográfico del multipremiado Aitor Lara de cuando fue a los toros en Ronda.
Y, en lugar de disfrutarlo, de pronto me invade algo de agobio. Corro a mirar en el calendario cuándo se celebra la tradicional Goyesca de este rinconcito malagueño. No porque yo sea especialmente taurino (que ni fu ni fa; me gusta como reducto artístico tradicional pero sin que esté entre mis aficiones), sino porque me ha atormentado por un instante la posibilidad de que Aitor Lara no pueda ir este año con su cámara por culpa de la puta pandemia.
Es a comienzos de septiembre. Menos mal. Lara podrá ir a Ronda y volverá a pillar a esas señoras que ven los toros con binoculares, congelará el tiempo justo en ese momento en el que un tío se juega la vida con el pecho entre dos pitones y cazará a esa muchacha vestida de goyesca que no para de mirar al chaval trajeado del palco.
Todo eso, en el mismo sitio en el que los Ordóñez cautivaron a Orson Welles y Ernest Hemingway. Casi nada.
Pero qué más da. Hoy la pantalla se me ha puesto pesimista. Primero, porque a saber cómo estaremos en septiembre y si Lara podrá ir a Ronda o si la corrida goyesca se celebrará siquiera.
Y, por el camino, cuántas fotos van a perderse, cuánto arte efímero se va a quedar sin su reconocimiento para la eternidad.
Sin salir de la taurino, este abril no nos dejará para enmarcar verónicas de Morante, ni derechazos de Manzanares en la Maestranza. Nada de nada.
Y la cosa va mucho más allá, y es grave. Porque este año Juan Sánchez no va a poder regalarnos esas fotos suyas de cada Semana Santa que le reconcilian a uno con la profesión. Ni una petalá detenida con un simple clic de la cámara, ni cera a medio camino entre el cirio y el asfalto, ni una levantá que no termina de llegar al cielo nunca. Nada de nada.
Porque sí, resulta que hoy ya es Semana Santa, pero nada es igual. Hoy es Domingo de Ramos y yo debería disfrutar de los reencuentros en el Espíritu Santo, comer pronto e irme al barrio de Los Ángeles para que ‘la que manda’ me deje pasear con ella de la mano. Pero hoy la cosa va de pesimismo, porque no hay nada de nada.
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