Detrás de la pantalla (XIII): La vuelta al mundo en 103 pueblos

Detrás de la pantalla últimamente solo se ve bilis y todo ese odio acumulado de cuando se pretendía remar en la misma dirección y las críticas las acallaban los aplausos.

No obstante, por suerte aún hay algunas islas interesantes en las que recalar al navegar por internet, sitios a los que aún no han llegado ni el rencor ni el coronavirus, literalmente.

Es el caso de la isla de Tristán de Acuña, el lugar habitado más remoto del mundo, tal y como contaba hace unos días la tuitera y ‘youtuber’ ‘Azul Místico’.

Se trata de un recóndito lugar del Atlántico que está a casi 3.000 kilómetros del punto continental más cercano: Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. No hay aeropuerto y la única forma de salir de allí es haciéndolo en uno de los 9 barcos que pasan por el lugar a lo largo del año. Internet llegó en 1998 y no fue hasta 2006 cuando lograron tener una velocidad de 3 Mbps (para mandar fotos de escasa calidad y ‘emails’ solamente, para que nos entendamos). 

Y allí viven, felizmente aislados, los 260 habitantes del único asentamiento de la isla de Tristán de Acuña, un lugar llamado Edimburgo de los Siete Mares.

Obviamente, allí no ha llegado la pandemia, ni falta que hace. Es, sin lugar a dudas, una muestra muy gráfica de lo que ha podido suceder en esta isla peninsular llamada Almería. 

A partir de ahí, hoy los almerienses podrán disfrutar como los habitantes de Tristán de Acuña: esta será una de las primeras columnas leídas en la terraza de un bar, ya sea en un periódico de papel o en versión digital. Qué bien va a sentar este café.

Y por lo de estar aislados no hay que preocuparse en exceso, que la provincia tiene de todo un poco.

Lo demuestra un hilo tuitero que recomiendo mucho para empezar esta Fase 1 con buen pie: el del almeriense @victorpc_12, enumerando todos esos sitios a los que está deseando ir y que, sin pretenderlo, se ha convertido en una guía para volver a la vida.

Al fin y al cabo, los 103 municipios de Almería bien valen una vuelta al mundo. Lo de fuera está bien, pero no hay nada como mirar lo que nos ofrecen en casa y disfrutarlo ahora que no nos queda otra. Si no, que se lo digan a los de Tristán de Acuña.