Detrás de la pantalla (XI): Nadie se está tosiendo en el codo

Álvaro Hernández
18:38 • 02 may. 2020 / actualizado a las 07:00 • 03 may. 2020

Suena dramático pero es cierto: nadie se está tosiendo en el codo. Y no lo digo en plan francotirador, asomado a la ventana acusando al primero que pasa saltándose alguna de las nuevas normas de la nueva convivencia a la que nos obliga la nueva normalidad, no.



A mí eso de toserse en el codo no me ha convencido nunca: soy hijo de profesor de Lengua y estaba convencido de que, si la parte de detrás de la rodilla se llama ‘corva’, lo del codo tenía que tener un nombre propio.



Y, efectivamente, resulta que la OMS lo que nos ruega encarecidamente es que tosamos en la ‘sangradura’. Pero claro, faltaba que Pedro Sánchez dijera que ahora hay que acallarse toses y estornudos  en la sangradura, en mitad de las fases de desescalada (que, por cierto, es una palabra que no existía y que a la RAE no le va a quedar más remedio que aceptar algún siglo de estos).



No hay mal que por bien no venga, desde luego. Ya hemos aprendido cómo se llama esa parte de nuestro cuerpo.



También hemos aprendido, vía Twitter, una palabra preciosa que enseñaba hace unos días el profesor Ramón Salaverria: dingolondango, que es una “expresión cariñosa, mimo, halago, arrumaco”.



Todo esto es muy útil para aquellos a los que les encanta decir que su palabra favorita es una así como muy rimbombante y poco conocida. Como dejar caer en una conversación de ascensor que “petricor”, además de una palabra preciosa, es el nombre que recibe el olor de la lluvia. El problema es que esa tampoco la reconoce la RAE, supongo que porque no la usa nadie.



Y es que lo de ponerse estupendo, muchas veces conduce a error. Y no ya por contravenir a la poco ágil RAE, sino por lo que señalaba Juanma Gil hace unos días también en Twitter: “Cuando os ponéis solemnes, metéis la coma donde no va. Entre sujeto y predicado. Ay, esa pausita engolada”.



Con un poco de suerte, la situación esta que estamos viviendo hace que cambiemos de prioridades y también de palabras favoritas. Ahora quizás se ponen de moda otras más sencillas, como ‘papá’, ‘querer’ o ‘vida’.


Sobre gustos no hay nada escrito, claro. En cualquier caso, más dingolondangos y menos francotiradores, que ya está bien de sermones.


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