El día que Juan Marsé hizo de Almería su casa

Arropado por Manuel Vicent, Vila-Matas y su familia, el novelista fue Insignia de Oro de la UAL

Juan Marsé en la Casa de las Mariposas en 2011.
Juan Marsé en la Casa de las Mariposas en 2011. La Voz
Marta Rodríguez
13:22 • 23 jul. 2020

Corría el mes de julio de 2011 cuando Juan Marsé hizo de Almería su casa al menos por un día. Aquella mañana de verano el Premio Cervantes en 2008, fallecido este sábado día 18 a los 87 años, puso un pie en la Casa de las Mariposas con la naturalidad de los hombres sencillos. “Me siento como en casa”, alcanzó a decir tras admirar el edificio de corte modernista.




Arropado por el director de cine y guionista Manuel Gutiérrez Aragón, los escritores Enrique Vila-Matas y Manuel Vicent y el periodista Ángel Sánchez Harguindey, y al abrigo de su familia -con su hija Berta Marsé, especialista en su obra, a la cabeza-, el autor de ‘Últimas tardes con Teresa’ recibió la Insignia de Oro de la Universidad de Almería (UAL) que antes habían recogido “amigos" como el cantautor Joan Manuel Serrat y el guionista Rafael Azcona.




Su visita se enmarcaba en los Curso de Verano de la institución académica. En concreto, en el seminario ‘Las mil y una historias contadas por Juan Marsé’.
Y entre las historias que contó el novelista de la Generación del 50 no faltaron las alusiones al entonces novedoso movimiento del 15-M, que definió como “lo más estimulante que ha ocurrido en la historia reciente de España”.




Marsé, que encarnó como pocos la metáfora de los perdedores de la Guerra Civil, se refirió a su universo literario, cuya escenografía “es un cóctel de dos o tres barrios de Barcelona”. También a sus constantes temáticas: la ausencia del padre, la violencia juvenil y la capacidad de ensoñación de varias generaciones de españoles en la etapa más dura de la dictadura franquista.




Aquella mañana luminosa uno de los máximos exponentes de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX -una visión lúcidamente crítica- apeló a la necesidad que tiene el hombre de que le cuenten historias para modificar así la realidad. Con él se va la memoria literaria de la infancia de posguerra, ahí queda su obra para seguir contándonos historias.






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