La ley no escrita del cómico lo dice bien claro: no debe quedar títere con cabeza una vez que se abre la veda de la palabra afilada y el golpe certero en la parte más dudosa de quien se ponga delante.
Y Paco Calavera que es un cómico respetuoso con la ley que le asiste por su condición, se subió al escenario de Clasijazz y desenvainó la espada mágica que asesta mandobles y humoradas a partes iguales que solo matan de risa a quienes las escuchan y, como mucho, le hieren la moral a los destinatarios del monólogo en el caso de que tengan vergüenza u otra cualidad parecida.
Calavera, que es caballero cómico, arremete contra molinos de viento que se le antojan próceres en edad de merecer escarnio y ciudadanos de a pie que ejemplarizan la estupidez de nuestro tiempo, que por ser varia y extensa da para cargar a diestro y siniestro.
Bajo la fina lluvia de luz de los focos, Calavera sembró risas en la sala del Clasi, rala de público por esto de la pandemia y precedido por la voz de Justine Foresto, evocando a Stevie Wonder, magistralmente acompañada por Pablo Mazuecos.
El caballero cómico Calavera no tiene otras armas que sus arrestos ni otra armadura que su ingenio, pero pese a tan exigua panoplia, arremete contra quien se le ponga a tiro: desde el Aeropuerto de Almería con sus horarios y sus cosas o el tren que llega de Madrid como si viniera desde el siglo XIX.
Desde la Capitalidad Gastronómica almeriense con las inveteradas costumbres hosteleras de esta ciudad hasta el milenarismo o el terraplanismo, que son valiosos yacimientos de idiotez para un cómico con experiencia. Cosas del siglo XXI, que en la memoria de Calavera arranca en esos veranos de los ochenta del XX, en los que “no había nada”, salvo la televisión sumada a algunos costumbres ancestrales muy almerienses. A esta Almería de toda la vida, a la de ahora y a la de siempre, el caballero cómico dedica lindezas que no hieren porque su afilado humor está envuelto en ternura. Una ternura que aguanta las candilejas y que permanece más allá de la dudosa protección que ejercen.
Esta del cómico es una profesión como cualquier otra, pero conlleva el riesgo de posicionarse respecto a los asuntos que importan y conmueven al procomún. Riesgos que el caballero cómico Calavera asume con gallardía sin arredrarse. Por eso, reparte estopa a tirios y troyanos sin hacer prisioneros entre la clase política. Encarnando la peculiar versión almeriense de la condición humana Calavera reduce a broma la honestidad de los sicólogos, la amabilidad profesional de los camareros o la obsesión Netflix de los milenials.
A la música le sienta bien la comedia. Calavera ha sido el tercero de los cómicos que han pasado por el Clasi, tras sus compañeros de armas Pepe Céspedes y Alvarito. La noche de Calavera, un espectador imaginativo podía sentirse sentado en cualquier antro legendario de la nocturnidad más exclusiva, gracias a ese feliz encuentro de la música y la comedia que, son las mejores especias para la vida.
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