Sibilla Aleramo es el seudónimo de Rina Faccio (Piamonte 1876-Roma 1960). Su padre era ingeniero químico. Laico, positivista, enérgico. Su madre era católica, tímida, insegura, infeliz. El padre ejercía la autoridad en la familia.
El ideal de Rina es el padre, al que adora. De la madre recibe la sensibilidad femenina “celosa y casi morbosa”. Rina estará siempre “enamorada de una imagen viril ideal”. Desde los doce a los quince años trabaja de contable junto al padre en la fábrica.
Aisladas
La madre se aísla en la casa y en el cuidado de los hijos. Un día, la madre se tira por la ventana en un intento de suicidio que resultará fracasado. Uno de los empleados de la fábrica corteja a Rina, le desvela que su padre tiene una amante, y, por último, la violenta, violencia que Rina guarda en secreto. Tiene quince años. Él se cree enamorado y la pide en matrimonio. La madre lo propicia encantada, mientras que el padre, a quien no agrada, se inhibe, sin embargo. Al mismo tiempo comienza a escribir cuentos y también colaboraciones para los periódicos regionales.
Se casa en 1893. La salud de la madre empeora y es recluida en un manicomio. Rina se pregunta: “¡Amar y sacrificarse y sucumbir! ¿Es este su destino y tal vez el de todas las mujeres?”.
El marido es celoso. Con diecisiete años, nace el hijo Walter, al que se entrega con plena satisfacción. Una incipiente relación con un forastero casado provoca un gran escándalo. Desesperada por las habladurías, por la reacción violenta del marido, “todos me creían una bestia inmunda”, intenta suicidarse con láudano.
Cuida al hijo, lee y despierta en ella la conciencia política y social del mundo obrero y la de la condición de la mujer. Escribe artículos referidos a la cuestión femenina y también, literarios. Conoce a Alessandrina Ravizza, directora de las escuelas profesionales para mujeres. Un año después Rina es directora de un periódico femenino en Milán. Su dirección en la revista dura poco porque no logra darle le orientación feminista que desea.
Su hijo enferma gravemente y entonces se ve inmersa en las dificultades de la maternidad. “¿No existía por tanto yo independientemente de él, no tenía, además del deber de cuidarlo, además de la alegría de asistirlo, deberes míos igualmente imperiosos?”.
Mantiene una relación amorosa con el poeta Damiani, pero debe abandonar Milán siguiendo al marido, que dirige la fábrica en sustitución del padre de Rina, que se instala con los otros hijos en Roma. Después de muchas vacilaciones cuya causa es el hijo, abandona al marido tras diez años de matrimonio y se va a Roma a casa de su hermana.
Así acaba lo que denomina su primera vida. Es decir, desde sus orígenes hasta la emancipación.
Primera y segunda vida
La segunda vida comienza en Roma. Allí vive un periodo dividida entre su amor por Damiani y por el poeta Giovanni Cena, al que al fin elegirá y con el cual compartirá siete años fecundos en lo personal, en lo literario - publica Una mujer - y en lo social, pues se dedica a dar clases en el campo romano y desempeña actividades asistenciales en un barrio popular de Roma. Su casa es frecuentada por importantes personalidades como Pirandello, Gorki, Stefan Zweig...Y nace Sibilla Aleramo. La escritura de Una mujer es sugerida a Rina por Cena, aunque el impulso para escribir nace de sí misma.
Expresión y autoconocimiento
La escritura obedece a la doble necesidad de expresión y comunicación del dolor, por un lado, y por otro a la de autoconocimiento. También desempeña una función social: “un libro que mostrase al mundo entero el alma femenina moderna, por vez primera”. Se propone también depurar la vida para transformarla en arte.
Rina es consciente de la novedad de su obra. En el momento de su publicación, 1906, provocó un gran escándalo, pero fue recibida con admiración por los críticos literarios, y el éxito se extendió rápidamente por Europa.
Una mujer se inserta de lleno en las polémicas de la emancipación femenina. Además, es una novela autobiográfica. Toda la obra literaria de Sibilla Aleramo está concebida como una plasmación de la verdad de su vida. En Una mujer, la relación es directa, aunque no se limita a narrar una crónica de hechos vividos. El soporte real de la existencia se transmuta en lengua poética de alcance universal.
Es también un preciso y sincero análisis psicológico de un yo arrojado del paraíso de la infancia a la prisión de un matrimonio equivocado, y sólo saldrá de él tras una lucha denodada. Es riquísimo el análisis de la relación de Rina con sus padres. Rina sufrirá un doble dolor en el desmoronamiento de la figura paterna: el de que el padre haya podido ser causa del sufrimiento y desequilibrio mental de la madre y el del incomprensible abandono afectivo.
Rina da por supuesto el amor a la madre pero también siente cierto desdén por su pasividad. Y teme que su futuro pueda ser una repetición del de su madre. Compasión y ternura nuevas nacen en Rina por ella. Entonces se pregunta con dolida lucidez por la maternidad y sus cadenas.
Cuando llega en su interior a la necesidad de separarse del marido, tiene que enfrentar un terrible dilema: renunciar a sí misma o al hijo. Y encuentra una ley dentro de sí a la que debe obedecer: “¡Partir, partir para siempre. Por mi hijo más aún que por mí!”.
Volvió a ver a su hijo cuando él era un hombre maduro y ella una anciana. Lloraron en el reencuentro y se abrazaron, pero apenas pudieron comunicarse. La pérdida del hijo fue irreparable pero asumida conscientemente.
Hay también en Una mujer análisis de la vida provinciana, retratos magníficos, la efervescencia cultural y política de la gran urbe, descripción de la montaña y el mar...
El amor como inspiración
La segunda vida, después de la ruptura con Cena a consecuencia del amor de Sibilla por una joven, estará marcada por los numerosos y apasionados amores, y por la creación literaria en ellos inspirada.
En 1946 ingresa en el Partido Comunista Italiano (PCI). Ha acabado con los amores particulares. Es el momento del amor universal a la humanidad. Se hace gran amiga de Togliatti (secretario del PCI). Es honrada con premios y continúa con sus colaboraciones en los periódicos y con su producción poética. Sin embargo, la obra fundamental de los últimos años es el Diario, en él escribe sobre su último amor, veinte años más joven, la vida política y cultural, la muerte de los amigos, del marido, la vejez, la enfermedad... Las últimas palabras son de un mes antes de morir.
Sibilla Aleramo, una mujer cuya vida parecía estar determinada por la moral y las leyes de su tiempo, nos demuestra sin embargo que, frente a las circunstancias dadas, cabe elegir el modo de vivirlas.
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