Es uno de los humoristas gráficos con más predicamento entre los almerienses. Y no es de extrañar porque, a través de su humor fino y una ternura que desarma, Miguel Arranz ha contado la historia reciente de la tierra del indalo. Hace ya algún tiempo que camufló su origen madrileño tras una especial sensibilidad para captar la idiosincrasia de esta “ínsula extraña”, que diría Valente. Y esa es precisamente una de las claves de una popularidad sustentada por miles de viñetas y unos cuantos libros.
Su último proyecto es ‘Humor vírico’, un volumen en el que reúne las viñetas que fue publicando en LA VOZ durante la etapa más incierta y dura de la pandemia de la Covid-19. La obra ha visto la luz al amparo de Producciones Descerebradas y permanece a la venta en librerías a la espera de lectores ávidos de echar unas risas y, por qué no, de pensar un poco.
¿Qué ha sido lo más surrealista que le ha ocurrido a la hora de retratar a ese enemigo invisible que es el coronavirus?
Ver a un vecino tapándose la nariz con la mano para intentar pedir cita para el médico me dio una mezcla de ternura e hilaridad.
Además de humorista gráfico, es psicólogo, pero ¿caben en una viñeta los problemas de salud mental que ha provocado esta pandemia?
Una de las mejores cosas que nos ha traído la pandemia de la Covid-19 es visibilizar el problema de la salud mental en nuestra sociedad. Por fin se habla como una realidad y no como algo clandestino que nadie quiere sacar a la luz.
Ahora bien, pienso que habría que hacer muchas viñetas para poder acercar al lector una realidad que debe tratarse de una manera normal.
¿Qué cosas han vivido Trino y Trina, sus personajes más célebres, a estas alturas de la crisis sanitaria y con la sexta ola disparada?
Les ha pasado como a todos nosotros: del desconcierto han pasado a la cotidianidad y a veces han recuperado cosas tan a veces olvidadas como contemplar juntos un atardecer.
¿Y a usted qué le funciona mejor como dibujante: buscar la carcajada o emocionar?
Me gusta emocionar antes que provocar la carcajada, pero si consigo las dos cosas, ¡toco el cielo!
¿Y cuál de las dos le resulta más difícil provocar?
Emocionar es mucho mas difícil. Pensemos que un simple tropezón por la calle provoca muchas veces la carcajada. Si llego al territorio salvaje de las emociones, desde luego he conseguido mi objetivo.
#nuevanormalidad #vacunacion #covid pic.twitter.com/PnK2BNqWrm
— Miguel Arranz (@ArranzMiguel) May 9, 2021
Uno de los males de este tiempo es la autocensura de lo políticamente correcto, ¿Miguel Arranz se autocensura o tiene temas prohibidos?
La autocensura es una lacra en todos los viñetistas y periodistas en general. Pensar en que puede molestar una viñeta y no hacerla es un fracaso para todos. A veces la clase política no entiende que su vida pública es la que se trata en clave de humor, no su vida privada, que es tan sagrada como la de todos. Pero por lo general, se lo toman con más humor que en otros lugares donde son capaces de llamar al dibujante para quejarse de la caricatura. ¡Yo me reiría mucho si me pasara!
¿Y recurre alguna vez al humor negro?
Mi humor es blanco más que negro, pues mis referentes son los personajes de la escuela Bruguera. El humor negro lo veo más sencillo, pues molesta más fácilmente, pero con el blanco hay que hilar fino para colocar la carga de profundidad.
¿Cómo es el día a día del humorista gráfico a la caza de inspiración?
Leer LA VOZ, bucear en las redes, fijarse en el ciudadano de a pie mientras camino y, a veces, imaginarme lo que piensan.
¿Hacia dónde considera que evolucionará el humor gráfico si lo digital gana definitivamente la batalla al periódico en papel?
De momento está perdiendo la batalla, pues no se encuentra ese espacio similar a las páginas de Opinión donde no hay fotos ni publicidad y se fija más la atención del lector. Espero que finalmente aparezca un espacio atractivo y que no se pierda como un recurso más dentro de una página web.
¿Cuál sería la viñeta con la que plasmaría usted el final de esta pandemia?
Pondría una caricatura del virus en un expositor de esos para coleccionar mariposas con un alfiler pinchado.
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