Con porte elegante y un ritmo sosegado se acerca caminando Antonio Cortés a la terraza de La Salada, una de las que suele visitar cada día en la capital almeriense. En silencio, para no molestar a los comensales, deja con cuidado la funda en el suelo, saca el instrumento de diseño español y lo posiciona a la altura de su pecho para afinarlo con sus dedos, esos que hasta 2009 colocaban ladrillos, hacían la mezcla de cemento y portaban espuertas en la obra. Esos mismos que desde hace casi 15 años ponen, acompañados por su inconfundible voz, románticas e inesperadas bandas sonoras a almuerzos y cenas en numerosos bares de la ciudad.
Toda Almería sabe quién es este músico itinerante de 70 años de edad, pero muy pocas personas conocen la historia que hay detrás de este cantante callejero de boleros, siempre trajeado, que se ha ganado el cariñoso apodo del 'Pancho' desde que se gana la vida con su guitarra. "No es mucho lo que se gana pero es una ayuda buena para poder seguir viviendo", asegura Antonio, una de las muchas víctimas de la crisis económica que golpeó con dureza a los trabajadores del sector de la construcción.
Natural de la Alpujarra granadina
"Me quedé parado, las letras de la casa que compré en 2003 venían muy apretadas. No encontraba trabajo y tuve que ingeniármelas para conseguir ingresos", recuerda Cortés, que tomó la decisión de desempolvar su guitarra y salir a las calles a probar suerte. Aprendió a tocarla de pequeño, cuando aún vivía en su pueblo natal, Bérchules (Granada), municipio alpujarreño del que se marchó con sus padres y hermanos en el año 1968. Esta familia vinculada a la profesión de la fragua se estableció en El Ejido, donde se crio Antonio. "Hemos tenido una infancia maravillosa", admite.
Desde hace dos décadas reside en la capital, donde afirma, con una inocente sonrisa, que le conocen "más que la lumbre" y que "la gente estará harta de mí", aunque declara sin dudarlo que "gracias a Dios la gente me recibe bien". Y es que su naturaleza de persona excesivamente respetuosa y tímida le lleva a pensar que puede molestar cuando se acerca a las mesas de una terraza para cantar letras de Machín, Manzanero o Los Panchos, además de rumbas y pasodobles, que también forman parte de un repertorio que en alguna que otra ocasión le ha premiado con "algún bolillo".
Es un trabajo, no es mendigar
Sus comienzos por los bares fueron complicados. De hecho, le avergonzaba hacerlo porque consideraba "que estaba pidiendo". Así, empezó a tocar y cantar en lugares como San José (Níjar), lejos de Almería, pero con el tiempo y gracias a los consejos de sus amistades, se lo empezó a tomar como un trabajo. "Salgo prácticamente todos los días, es una rutina, no puedo exigirle nada a nadie pero es a lo que me dedico y tengo que pasar a cobrar", dice este educado caballero de penetrante y noble mirada que le plantó cara valientemente a aquella dura crisis con una guitarra como su mejor arma.
Antonio Cortés, el 'Pancho' de Almería, pone hermosos sonidos a las veladas de decenas de almerienses a los que eriza la piel y hace viajar durante unos minutos a escenarios idílicos. De repente aparece y anima sin previo aviso reuniones de amigos, comidas de empresa o genera las notas perfectas para una cena romántica en un bar cualquiera de una ciudad que se patea durante toda la semana para ganarse el pan, con dignidad y aportando bonitas sensaciones a un público aleatorio. Como bien recalca, "sin música no seríamos nada. Da ilusión, a la gente le llega al corazón y eso llena de vida a las personas". Y así seguirá, alegrando a los almerienses toda una vida.
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