Nadie sabe quién era aquél hombre. Se apedillaba Ramos, y llegó un día al pueblo, nadie sabe tampoco de dónde, o huyendo de qué, o tras qué avatares de la vida. Se quedó en la localidad durante varios años, viviendo como ermitaño en una cueva. De su estancia allí pocos recuerdos se guardan, pero sí se sabe que un buen día bajó al pueblo, habló con varias personas, y prometió que dejaría un Crucificado en la cueva.
La gente no comprendió bien sus palabras, pero al día siguiente se dieron cuenta de que aquél ermitaño se había ido tan misteriosamente como había llegado, pues, además, aunque había nevado no había ni rastro de sus huellas.
En el corazón de Los Filabres
Lo que sí encontraron fue la imagen, que nunca antes nadie de allí había visto. Impresionados por el suceso, los vecinos de la villa decidieron que cada 14 de septiembre, hiciera el tiempo que hiciera, sacarían en procesión la imagen del Cristo del Bosque, pues así lo llamaron, hasta la ermita en las afueras del pueblo.
La historia, además, quedó plasmada en unas Relaciones que han sobrevivido a los siglos, y la imagen del Crucificado de Bacares fue ganando fieles más allá de este hermoso pueblo situado a 1.213 metros de altitud, al pie de La Tetica, en el corazón de la Sierra de Los Filabres.
De modo que ayer, en una tarde clara y calurosa, cientos de personas salieron a las calles para la 385 peregrinación, al menos documentada, del Cristo del Bosque. Desde el jueves, y hasta hoy, son las fiestas del pueblo, pero el día grande era ayer. A las cinco de la tarde, entre campanadas, cohetes y gritos de “¡Viva el Cristo de Bacares!”, la imagen apareció en la puerta de la iglesia y se encaminó, seguida por una nutrida multitud, por las estrechas calles del pueblo hacia el pequeño prado donde está la pequeña ermita.
Entre ellos, caminaban José Segura, alcalde de la localidad, con su esposa, Placeres López, Adriana Valverde, delegada de Economía, y José Nicolás Ayala, diputado porvincial.
Banderas con significado
Llegados a la ermita, como cada año, se ondearon las banderas. Este año fue especial, pues lo hicieron personas con mucho significado. Primero salieron un grupo de niñas que realizaban por primera vez este acto que llama a la reconciliación entre moros y cristianos. Luego fue abanderado Pedro Martínez, nieto de Ramón Villanueva, quien durante años ha sido hermano mayor de la Hermandad del Cristo del Bosque, y ayer no pudo acudir a la romería.
Y, por último, bailaron las banderas Juan Miranda y María José Martínez, quien lleva haciéndolo varios años, y fue en su momento la primera mujer en hacerlo, en la hisotira de este evento.
Camino de vuelta
La banda de la Asociación Cultural ‘Anacrusa’ tocó varios himnos y José Martínez Segura, montados en bellos caballos, dijeron a viva voz las Relaciones frente a la imagen, en una escenificación que cada año, cada 14 de septiembre, llena de emoción a los corazones de todos los presentes.
Al concluir, la procesión se recompuso para volver a la iglesia. No había apuro. Bajo el cielo un tanto nuboso de este mes que ya augura el invierno, el Cristo del Bosque tomó el camino de vuelta, precedido por tres jinetes, las banderas y el estandarte, portado por Teresa Muñoz.
Al llegar a su templo, le colocaron unas largas cintas para que los fieles colgaran de ellas sus ofrendas. La larga cola llenaba la iglesia y salía a la
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