Su infancia es un retrato en blanco y negro. Un retrato de estudio captado por una cámara Quill. Al otro lado del objetivo, bien podrían estar su padre, su tío o su abuelo. Cualquiera de los miembros de la saga Reche a la que pertenece. De ellos aprendió el oficio de fotógrafo y el de retocador cuando no existía el Photoshop y las sombras y las arrugas se borraban con unos lápices especiales de unos negativos de tamaño real.
Diego Reche (Vélez Rubio, 1969) decidió no ser fotógrafo, pero en él germinó otra semilla artística que tiene que ver con la casa de su infancia. “A mi tío le gustaban Agatha Christie y Julio Verne y mi padre recitaba ‘El Quijote’ y a Machado. Nunca me dijeron que leyera nada, pero fue entonces cuando me empezó a gustar la literatura”, confiesa.
Este profesor de Lengua y Literatura fue un hijo inesperado que vino al mundo en la comarca de Los Vélez gracias a que las penurias de la posguerra obligaron a su familia a cerrar su estudio en Madrid y volver al pueblo, donde la cosecha de patatas les garantizaba por lo menos no pasar hambre. “En el año 43 abrieron el negocio en Vélez Rubio, que funcionó hasta la muerte de mi padre. Él fue un fotógrafo de blanco y negro que nunca se adaptó al color y al que le gustaba trabajar con luz natural. Prefería perder un cliente a hacer una fotografía en otras condiciones”, indica.
Retrato en sepia
La juventud de Diego Reche es un retrato en sepia. El apego a su tierra no le impidió coger ‘El autobús de septiembre’ (así tituló su primer libro) y poner rumbo a Granada para estudiar Filosofía y Letras.
Mientras apura los últimos sorbos de su café con leche, recuerda a la profesora que despertó en él la inquietud por escribir mientras explicaba la poesía de Garcilaso de la Vega. “Ni a mí ni a mis compañeros nos gustaba en absoluto Garcilaso; no comprendí lo bueno que era hasta que me tocó a mí tratarlo en clase”, cuenta.
En la ciudad de la Alhambra asistió a las clases de los poetas Luis García Montero y Miguel d’Ors, dos personalidades a las que admira y que años después participarían en una actividad que Reche coordina en Roquetas de Mar desde el 2000.
Titulada ‘El poeta y los jóvenes’, el objetivo es que los estudiantes se acerquen a los versos y olviden el prejuicio de que estos son algo incomprensible. Alexis Díaz Pimienta, Julio Alfredo Egea, Luna Miguel, Benjamín Prado y Luis Alberto de Cuenca, entre otros, han protagonizado la iniciativa. Pero esto ya es avanzar mucho en el tiempo.
Diego no rompió a escribir hasta que empezó a enseñar. De hecho, su creatividad literaria es prácticamente indisoluble de su vocación docente. Su primer libro, ‘El autobús de septiembre’, contiene un romance titulado ‘Los caños de la novia’ que fue el germen de la primera obra de teatro que montó con sus alumnos, ‘La fuente de la novia’, y también de su primera novela, ‘La aparecida’.
“Esta historia está basada en una leyenda de los Vélez que me contó mi padre. Yo creo que los autores de la zona tenemos muy presente el paisaje y una arquitectura que hemos sabido conservar. En los años 80, Antonio Cruz Amario y otros iniciaron un movimiento que nos ha ayudado a valorar lo que tenemos. Es el caso de Miguel Quiles, que en plena Transición y con la movida madrileña, fue capaz de organizar el primer encuentro de cuadrillas”, argumenta.
Retrato en color
La madurez de Diego Reche es un r
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