La Vega de Abrucena ha celebrado este fin de semana sus fiestas y coincidiendo con las mismas, la Bodega Lauricius, ubicada en este paraje, ha organizado, como ya es tradicional, su noche flamenca que ha congregado a muchos amantes de la música y del vino.
Las actuaciones se han desarrollado en la terraza de esta pintoresca bodega, que con autorización expresa de su autor utiliza como anagrama de sus exquisitos vinos (blanco, tinto joven y crianza) el mosaico de la señorita que de manos del desaparecido autor indaliano, Luis Cañadas, diera la bienvenida en las principales carreteras de acceso a nuestra provincia a partir de los años 60.
Algunos de los integrantes de la escuela de ‘La Traíña’ fueron los responsables de amenizar la velada que contó con la entusiasta asistencia de aficionados y vecinos de la ribera del río Nacimiento, ya que esta bodega es la única comercialmente registrada en la zona.
Las hermanas María y Toñi Salmerón, junto al guitarrista Damián Soler, de ‘La Traíña’, deleitaron a los asistentes que se habían dado cita en este rincón único del valle del río Nacimiento con una amplio programa de temas y canciones, desde los más enraizados en el folclore almeriense a títulos inolvidables de siempre, tanto de la copla como de las composiciones nacidas al otro lado del Atlántico. Las letras, la precisión interpretativa y la sensual musicalidad de algunos de los temas elegidos conmovieron al público asistente que no dudó en responder con cálidos y largos aplausos a lo que algunos calificaron como ‘el imperio de los sentidos’.
Fieles
A la cita de ‘La Noche Flamenca de Lauricius’ no faltaron fieles y entusiastas aficionados de esta fiesta que cada año ponen a prueba sus dotes interpretativas y artísticas. Notable actuación la de Jerónimo Molina a la guitarra y ‘Curro’, unos clásicos de estas veladas que pusieron el acento en diferentes palos del cante grande y en una acertada y rica oferta de boleros, coplas y temas muy vinculados a nuestra Almería.
Durante la velada no faltó la generosa y cuidada atención de Carlos Fernández, gerente y propietario de la bodega ‘Lauricius’ -denominación romana de Abrucena-, quien supo ofrecer, una vez más, el íntimo y único maridaje entre la música y el vino, que cada día encuentra mayor número de adeptos.
El espaldarazo del Premio Mezquita
Con una larga y laboriosa trayectoria anterior, la Bodega Lauricius se inauguró con carácter oficial en 2012, fecha en la que ya había cosechada un importante número de galardones y distinciones. Sin embargo, el espaldarazo definitivo le vino con la concesión del Premio Nacional Mezquita, que convocó a casi 400 bodegas de toda España. Desde entonces, los responsables de esta cuidada bodega no han cesado en esmerarse por mejorar y lograr unos vinos de calidad.
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