Extremoduro, o el bello arte de la transgresión

La banda del carismático Robe Iniesta actuará este domingo en el Pabellon de los Juegos Mediterráneos

Extremoduro, en la presentación de su gira. (Foto: Juan Palacios)
Extremoduro, en la presentación de su gira. (Foto: Juan Palacios)
Javier M. Alcaraz (RockSesión)
01:00 • 22 ago. 2014

Desde que inventara el término ‘rock transgresivo’ para catalogar a su música, hace casi veinticinco años, Extremoduro, la banda que ha liderado desde el primer día su cantante, letrista y compositor, Robe Iniesta, ha vivido siempre al margen de convencionalismos. Ya sea por las canciones adustas de los primeros discos, donde poesía y “palabras fuertes, que son siempre las mejores” se mezclaban en cócteles indisolubles, o por las últimas entregas (‘Ley Innata’, ‘Material Defectuoso’), más líricas, con arreglos complejos y una sensibilidad muy latente, ya sea por evitar con frecuencia cualquier tipo de acto promocional o por conceder contadas entrevistas. Extremoduro es algo más que un grupo de rock, tanto para sus seguidores, de una fidelidad casi mesiánica, como para sus detractores más obtusos, aquellos que no han sabido entender que el rock transgresivo también luce con violines, con tempos menos distorsionados y con estrofas emocionales. 




La banda, completada con el alter-ego de Iniesta, Iñaki ‘Uoho’ Antón, que lo completa en los últimos años en la composición de la música, Miguel Colino y José Ignacio Cantera, actuará el próximo domingo, 24 de agosto, en el Pabellón de los Juegos Mediterráneos, dentro del programa de conciertos de la Feria y Fiestas de Almería. Lo hará presentando su último trabajo, ‘Para Todos Los Públicos’, título que deja a las claras la variedad de sonidos que recoge. De hecho puede ser casi una síntesis de todo el amplio universo musical (desde temas de tres minutos de golpeo directo a largos desarrollos deudores de Queen o Led Zeppelin, por citar unos pocos) y temático de la banda (sexo sin amor, amor con sexo, libertad individual y la introspección hasta la locura). Lo arisco de antaño, que provocaba rechazo por su crudeza, ha mutado en los tres últimos álbumes a una muy poco disimulada preponderancia de las melodías, las frases quebradoras y la fragilidad vocal de Robe que, como ocurriera con Sabina y su rugosidad a principios de siglo, ya no se molesta en ocultar. El repertorio se asentará en esta última fase de su discografía, pero habrá también algún recuerdo medido a épocas pasadas. 




Y es que estamos ante una banda que ha sabido transgredir hasta su propio sonido y hacerlo con coherencia, que no es poco.









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