El cine ha encontrado en Internet un espectacular vehículo para su promoción y para la captación de espectadores: ‘teasers’ y tráileres que acumulan millones de reproducciones en Youtube, campañas virales que buscan alimentar el ‘hype’ (esa expectación desmesurada, rozando el paroxismo, ante un presumible taquillazo de Hollywood), la presencia de las estrellas de la pantalla -hoy, las múltiples pantallas- en redes sociales... Lo digital no sólo ha devorado al celuloide: también ha acabado con la tradición de que estudios y distribuidoras dieran a conocer sus estrenos a través del noble arte de la publicidad... en papel. Un maravilloso universo de postales, afiches, folletos, fotocromos, carteles y otros elementos del deseo cinéfilo que hoy hacen las delicias de coleccionistas.
El almeriense Jesús Ibáñez Martínez es uno de esos guardianes de la nostalgia. En su casa, dos cajas de cartón contienen la friolera de 1.261 piezas que su padre, Emilio Ibáñez Gálvez, fue recopilando a lo largo de su vida. “La mayoría son programas de mano. Hay algunos que se pueden abrir y otros que tienen por detrás publicidad de los cines de la época o de comercios que patrocinaban las proyecciones”, explica mientras los va mostrando al periodista.
El grueso de la colección comprende materiales promocionales de películas de los años treinta y cuarenta pero hay algunos de finales de los años veinte y otros de los sesenta. La pieza más antigua hace referencia a ‘La mariposa de oro’, cinta muda de 1926 dirigida por Michael Curtiz, y la más reciente es un programa de mano de ‘Al caer la noche’, largometraje de Karel Reisz del año 1964.
En la serie no faltan clásicos de Hollywood como ‘La diligencia’, ‘Casablanca’, ‘Candilejas’, ‘El bazar de las sorpresas’, ‘El tercer hombre’, ‘Río Rojo’, ‘Eva al desnudo’ y ‘Juan Nadie’ y referentes patrios como ‘¡Bienvenido, Míster Marshall!’, ‘Marcelino Pan y Vino’ y ‘La vida en un hilo’.
Cuando era niño, Jesús veía a su padre repasando la colección, que mimaba con cariño. Sin embargo, tardó en descubrir que estas pequeñas joyas de papel y cartulina superaban el millar de unidades. “Mi padre las tenía guardadas en cajas de cartón. Al fallecer hace cuatro años pensé que cuando alguien se va es un desperdicio no enseñar lo que han sido sus pasiones, sus aficiones. Por eso empecé a catalogarlas por orden alfabético y por tamaños”, dice.
La colección está clasificada en nueve categorías: hay programas de mano de 13 por 8,5 cm, de 15 x 11 y de 19 x 14. También los hay circulares (de 8,5 cm), otros que pueden abrirse y tienen diferentes tamaños (10,5 x 7,5, 11,5 x 10, 15 x 12 y 7,5 x 14) y unos pocos con medidas especiales y motivos muy singulares, que simulan, por ejemplo, ser billetes o adquieren las formas de distintas armas, de hachas a revólveres.
Entre los más originales destacan dos programas dedicados a Ingrid Bergman y Paul Henreid que imitan ser pasaportes (ellos son Ilsa y Victor Laszlo en ‘Casablanca’) y que llevan en su reservo publicidad del cine Daza de Adra.
También hay una pistola troquelada que sirvió para promocionar ‘El forastero’, con Gary Cooper; un puñal de ‘La calle de los conflictos’, con Randolph Scott, donde aparece el nombre de la Terraza Oriente del Barrio Alto; una postal de ‘Sucedió mañana’, comedia fantástica de René Clair, de la que puede extraerse y desplegarse el pequeño periódico que lleva el repartidor de la imagen; y un tarjetón de ‘Ni sangre ni arena’, con Cantinflas, donde puede moverse el brazo del cómico mexicano, retratado en una simpática caricatura.
Hay auténticas obras de arte, realizadas con exquisita minuciosidad y que muestran el ingenio y talento de sus creadores. El folleto de mano troquelado de ‘Noche sin estrellas’, película de 1944, es un piano de cola que se levanta para mostrar bajo la tapa el rostro de su protagonista, Eleanor Powell. Del mismo año es ‘Pasión salvaje’, drama en el que el fogonero de un barco se enamora de una pasajera, encarnada por Susan Hayward. La escena se reproduce, recurriendo también al troquelado, en un montaje que presenta al trabajador frente a un horno cuya puerta se abre para mostrar el rostro de la actriz.
Entre las curiosidades más llamativas, el desplegable de seis caras de la comedia mexicana de 1953 ‘Esos de Penjamo’, que recoge en viñetas humorísticas distintas secuencias del filme, y un billete de un dólar con las imágenes de Lolita Sevilla en el anverso y las de Manolo Morán y Pepe Isbert por detrás que servía para anunciar ‘¡Bienvenido, Míster Marshall!’.
De toda España
Como recuerda su hijo, Emilio Ibáñez fue un cinéfilo precoz. “Nació en 1935, vivía por la Alcazaba y desde niño se aficionó a las terrazas de verano. El cine era su pasión y podía ver la misma película una y otra vez. Cuando mi padre se fue a hacer la mili a Madrid pudo conocer a estrellas de la época”, cuenta.
Además, contagió esa pasión a su hijo. “Fue uno de los primeros en tener un video Beta en Almería. Recuerdo que los dos primeros títulos que llegaron a casa fueron ‘La guerra de las galaxias’ y la versión animada de ‘El señor de los anillos”. Ahora, Jesús conduce junto a su mujer, Mariola Martín, el programa semanal ‘Cine en Serie’, que acaba de cerrar su tercera temporada en Candil Radio.
La colección que hoy guarda se encuentra en un excelente estado de conservación. “Puede que haya gente que tenga más programas pero estos están muy cuidados, es raro que aparezca alguno con algún defecto”.
Lo que sí tienen muchos en sus reversos son los nombres de los cines que exhibían estos largometrajes y donde se repartían a la entrada a los espectadores. Pertenecen a salas de toda España, ya que el padre de Jesús se carteaba con trabajadores de los cines y con aficionados como él con los que intercambiaba este tipo de materiales. “Mi padre sólo lo hacía por puro coleccionismo aunque quizás otros lo hicieran por negocio”. En algunos casos, los folletos cuentan historias más interesantes que la propia película, detalles que permiten hacer una radiografía de cómo era la exhibición entonces.
Jesús Ibáñez desconoce el valor económico de la colección. Aunque eso, en el fondo, carece de importancia. Su deseo es que los almerienses puedan disfrutar con el recuerdo de estas películas tanto como hacía su padre. De hecho, estuvo cerca de que se mostraran en una exposición en el marco del festival ‘Almería en Corto’ aunque finalmente no pudo realizarse. “No me importaría que pudieran estar en un sitio donde la gente pudiera verlos: que permanezcan guardados no tiene gracia”, concluye.
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