La pasión de un pueblo

Soy virgitano desde que paseaba por sus calles aún en la tripa de mi madre

Fausto Romero-Miura Giménez
23:34 • 10 sept. 2016

No recuerdo haber visto Berja, uno de los pueblos más hermosos de la provincia si no el que más, tan bellísima, viva y señorial como el sábado pasado, con su centro histórico -magnífico exponente de la arquitectura romántica palaciega del siglo XIX- con todas sus casas engalanadas: se coronaba a su Patrona, la Virgen de Gádor.
Si para Machado su infancia son recuerdos de un huerto claro donde madura el limonero, la mía son recuerdos de los parrales de Berja en que maduraban las uvas besadas por el sol, uvas que yo sulfaté, engarpé, embarrilé... Soy virgitano desde que paseaba por sus calles cuando era sólo un proyecto de vida en la tripa de mi madre. 
Berja es mi patria porque tiene razón Rilke: la infancia es la patria del hombre. Por ello, ahora, cada vez que estoy en Berja siento que también la tiene Machado cuando dice que hoy es siempre todavía:   el viejo que soy se infantiliza y vuelve a su casa de Peter Pan; se siente, a la vez, en su vejez actual y en su niñez muy lejana. Berja es, por tanto, toda mi vida. Y vivimos nuestro amor. Y, claro, soy feliz. Pero no sólo yo: Berja es un pueblo feliz que contagia felicidad. Y así también son sus gentes, cálidas y elegantes, con la modestia natural del señorío, emprendedoras y calladas hasta que hacen hablar a los cohetes. 
Y el sábado me puse una inyección del más apasionado y esencial virgitanismo: el que encarna nuestra Patrona, la Virgen de Gádor que, tras un proceso admirablemente conducido por su Hermandad, fue coronada, de parte   del Papa, por el señor Obispo, a quien entregó solemnemente la Corona, sobrio y elegante, el Alcalde en nombre de todos nosotros, ayuntados: con la Virgen, no hay colores ni banderías.
Fue en el Paseo de Cervantes -para mí, siempre del Siglo-,  donde nos juntamos muchos miles de personas, Berja entera, que maridó su señorío sobrio con la solemnidad del acto. Allí estaba el alma de Berja, encarnada en su Patrona desde hace más de cuatrocientos años durante los que el amor y la pasión por Ella han crecido en todos, día a día, desde la infancia, como en mi caso, inculcados por mi madre que, pese a no ser virgitana, recibió, muy joven, el altísimo honor de ser Camarera Mayor. La Virgen es la púa que une las más de trece mil varillas, de todo credo, del abanico virgitano. 
Además de las exigencias canónicas muy estrictas que explicó el señor Obispo en su extensa, profunda, brillante y magistral lección de Teología, que seguí con interés, y que no sé si, en el ambiente de fervor apasionado –mucha gente lloraba- y devoción –en todas las familias de Berja hay, al menos, una Gádor- caló lo suficiente, calados, además, como estábamos por el calor, hasta el punto de que me acordé mucho de la fragua a la que, de niño, iba todos a diario a vivir su espectáculo mágico… a la sombra de las parras del patio de atrás... Además, decía, de las razones teológicas y canónicas, la causa popular de la coronación ha sido la pasión de sus hijos, el amor loco a la Madre: “el entendimiento, si entiende, no entiende cómo entiende... ni entonces sabe el alma qué hacer; porque no sabe ni si hable ni si calle, ni si se ría ni si llore”,  dijo Santa Teresa.
El mío no es un amor reflexivo, sino emocional, pasional. Yo no quiero a la Virgen de Gádor como la quiero por ser la Madre del Hijo de Dios –no me lo planteo cuando estoy con Ella, salvo en Semana Santa-, la quiero por ser la Virgen de Gádor de Berja, mi Madre. Y a Cristo no lo quiero ni admiro ni sigo por ser el Hijo de la Virgen, el Niño coronado, sino por su ejemplo de sencillez y humanidad, entendible por todos y que, por auténtico, arrastraba a las masas con su magnetismo: un hombre que se enfadaba y, a latigazos, echaba a los mercaderes del templo, que anatematizaba el fariseísmo...
Por ello, me apena ver a algunos sacerdotes que ofician desganados, como una rutina obligada, incapaces de transmitir emoción, pasión, lo que es muy notorio y, para mí, triste, en los funerales, de los que con frecuencia me salgo en cuanto, al iniciar la homilía, el oficiante echa mano del argumentario y nos dice que estemos alegres porque se ha muerto la persona por la que estamos allí, que ya está gozando de Dios. Y no, no me alegro nada, la verdad: siento una pena grandísima, que el cura hace más honda.
¡Qué gran contagio de pasión devota y viva habrían gozado si hubiesen estado el sábado en Berja con nuestra Virgen de Gádor, coronada!
Toda Berja vivió la coronación con el alma por fuera para que la Virgen de Gádor nos pasase un dedo por ella y la acariciase dulcemente. 
¡Viva la Virgen de Gádor, Viva Berja!


El Rey escurre el bulto El rey ha publicado una nota en la que le dice a los políticos que se entiendan entre ellos. ¡Pero si no se entienden, hombre de Dios! Su padre borboneaba y se cargó a tres Presidentes: Arias, Suárez y Calvo Sotelo. Él, no debe conjugar ese verbo, pero tampoco escurrir el bulto: la Constitución le encomienda arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. Reitero algo ya escrito: debería pegar un jarreón y, con papeles delante, arbitrar y moderar entre los incapaces de pactar.


Josalmería Artero ¡Dios, cómo pasa el tiempo”! Se cumplen 25 años, ya, de la muerte de Josalmería Artero, el mejor Maestro que he conocido –predicaba con el ejemplo- de vitalidad, de juventud y de ilusión, el hombre con el coraje, durante toda su vida, de convertir sus ideas y sueños en realidad, con vocación de despertador, de campana tocando a rebato, de imán, la locomotora que durante muchos años tiró de la cultura de Almería, de la que la mejor encarnación. 
Lo recuerdo con tanta admiración como gratitud y cariño.




Los hay cipotes Un cipote es un tonto especial, que hace tonterías tan tontas que son inimaginables. Lo del PP con el nombramiento de Soria para el Banco Mundial es un magnífico ejemplo: ni al que asó la manteca se le ocurre algo así. Aunque ahora que caigo, lo de cipote tiene un componente amable, cariñoso de lo que el PP carece: no quiero a los idiotas.La ética y el sentido de la oportunidad en política son esenciales. En el PP, ¿piensa alguien, quién y por qué adopta las decisiones, cómo se explica su vocación suicida?


 






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