María es una vecina de un pequeño pueblo de Almería. Es martes, su marido está en el campo, hay mercadillo en el pueblo y ha decidido darse una vuelta por el mismo. Son las doce del mediodía, se arregla y se marcha a ver los puestos. No es mucho lo que hay que admirar, y una hora más tarde, con una vecina vuelven las dos a casa. Hay que hacer la comida y seguir con las tareas. Un hombre está en la acera, pero no les llama la atención. Cuando María abre la puerta de su casa oye ruidos en el interior, se vuelve a la calle y le dice a su vecina que llame a la policía, que hay alguien robando en su casa. El hombre que se encontraba en la acera ha debido mandar un mensaje al colega del interior y María y la vecina ven como desde el balcón un hombre joven salta a la calle y desaparece por las callejuelas del pueblo. Se ha llevado quinientos euros y joyas, aún sin valorar. En este pueblo, como en otros muchos de nuestra provincia se viene produciendo robos en las casas el día de mercado, especialmente entre las once y la una de la tarde. ¿Y por qué tenía quinientos euros en la casa? Son pueblos sin cajeros automáticos, la caja abre un par de horas al día, y si no andas listo te puedes quedar sin dinero y tener que desplazarte a otro municipio que lo tenga. La pregunta que se sigue sin contestar en estos pequeños pueblos es: ¿A quién llaman las vecinas cuando comprueban que alguien está robando en su casa? La Guardia Civil desapareció hace mucho tiempo de sus calles, ahora se les puede ver una o dos veces a la semana y durante unos minutos. Si no se tiene la suerte de que te roben cuando ellos están por allí, se puede dar usted con un canto en los dientes. Y si llama al cuartel más cercano, no espere que lleguen antes de treinta minutos. Los políticos están por la labor de seguir aumentando el número de ellos, pero no el de guardias civiles. Seguiremos creando mancomunidades, consorcios y asesores, pero lo que de verdad necesitan los vecinos es seguridad para ellos, sus familias y sus haciendas. No lo van a conseguir. Los políticos nos muestran la mayor desvergüenza del mundo cuando dejan a los pueblos sin seguridad, sin médicos y sin ambulancias. Y los alcaldes y los concejales, los máximos responsables de estos desaguisados, ni siquiera viven en el pueblo. Los viejos están solos.tamos cansados de historias.
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