¿Por qué Susana no gusta a periodistas de Madrid y Barcelona?

Algunos medios insisten en afirmar que la presidenta de la Junta de Andalucía carece de apoyo electoral más allá de Despeñaperros lo que, hasta ahora, carece

Pedro Manuel de La Cruz
23:41 • 14 ene. 2017

Hay un argumento mediático recurrente en los últimos meses que, como consecuencia de su reiteración, ha acabado por instalarse en el espacio vacío en que acaban todas las verdades incontestables. Estoy aludiendo a la insistencia con que alguna prensa de Madrid y Barcelona difunden, venga o no a cuento, que Susana Díaz carece de apoyo electoral más allá de Despeñaperros.
La afirmación es tan racionalmente inconsistente como su utilización en sentido contrario. Hasta ahora está tan carente de rigor sostener la ausencia de atractivo electoral de Susana más allá de Andalucía, que sostener que tiene gran aceptación. Ninguna encuesta seria- entre otras cosas, porque en España ninguna encuesta acierta- ha realizado ningún estudio demoscópico riguroso sobre tan manoseada cuestión. ¿Por qué entonces tanta insistencia intuitiva en esa única dirección?
Si algún lector piensa que va a encontrar en las líneas que siguen un argumento que apoye o contrarreste la hostilidad o el respaldo electoral a Susana Diaz extramuros de Andalucía, que pase página. Pierde el tiempo. El mayor o menor atractivo electoral de la presidenta de la Junta me trae sin cuidado y, lo que es mucho más importante, sin datos.
Lo que si me atrae es adentrarme en las razones en las que pueden parapetarse quienes insisten una y otra vez en esa división geográficoelectoral. Pero buscar esas razones exige andar dos caminos distintos. Los opinadores madrileños y catalanes que sostienen esta diferencia territorial coinciden en el diagnóstico, pero las causas que les conducen a el son de distinta motivación.
Los medios madrileños- fundamentalmente digitales- que se parapetan en esa posición no son críticos con Susana Díaz por su capacidad o incapacidad para liderar el PSOE o gobernar el país, si así lo decidieran los españoles en las urnas. No; lo son porque, con su actitud en las horas previas al comité federal de octubre y en el mismo comité, contribuyó de forma decisiva a hacer saltar por los aires- con estrépito y con bochorno y responsabilidad compartida- la estrategia de Pedro Sánchez de llegar a La Moncloa mediante un pacto con Podemos y los independentistas (como el adolescente político de Sánchez reconoció a Evole en el Salvados que acabó de hundirlo). 
En aquel prenegociado gobierno copresidido por Sanchez e Iglesias (el líder de Podemos acabaría mandando más que el presidente), muchos de los ocupantes de esta trinchera mediática ya se veían pisando moqueta en los despachos oficiales, consiguiendo dinero para sus medios (insostenibles económicamente) a través de su labor de puente entre las grandes empresas y los tres mil cargos a dedo del nuevo ejecutivo o, simplemente, por saciar la vanidad de levantar un teléfono y que se te ponga un ministro.
Una parte del periodismo madrileño ha sido siempre un espacio de embustes y escaleras. Embustes para ejercer el rentable juego del tráfico de influencias; de escaleras para utilizarlas en el acceso a puestos que, por su capacidad profesional, nunca alcanzarían. El Foro tiene estas miserias.
Y cuando ya preparaban el festín, llegó Susana y mandó parar. El castillo construido desde el 26J en desayunos, comidas y cenas interminables en la que todos los platos estaban cocinados con la salsa de la complicidad, saltó por los aires y ya no podría haber direcciones generales, secretarias de Estado, asesorías de comunicación, intermediaciones de rentabilidad alta, mando en plaza en la televisión y la radio pública… en fin, toda esa púrpura que tanto gusta en la Corte.
Es verdad que Susana Díaz puede ser antipática- fíjense si lo es que se va a reunir con el alcalde de Almería un año y un mes después de que éste se lo solicitara-, pero los motivos- no todos, pero si algunos y de gran importancia- por los que una gran parte del periodismo madrileño no la quiere es por haberles roto la fiesta que estaban preparando. Si Susana Díaz hubiera dicho Si al No es No hoy sería bendecida por todos los que ahora la confinan a Andalucía.
Y entre esos alabadores de ocasión también estarían algunos de los periodistas catalanes más notables. Aunque por motivos distintos.
La presidenta andaluza no es aceptada en la mayoría de la opinión publicada catalana porque saben que su intransigencia con el derecho a decidir no es negociable. La política sevillana tiene un concepto de país incompatible con el secesionismo independentista y con la ambigüedad calculada de Podemos y las confluencias en esta cuestión. Los medios de comunicación de Barcelona preferían la debilidad ideológica de Sánchez. A los negociadores catalanistas la resistencia del ex líder socialista no le hubiera aguantado dos reuniones.
Con Susana Díaz saben que no es así. Se lo dijo hace ahora tres años en una conferencia en el Palace barcelonés a la que solo asistimos cinco andaluces en medio de más de doscientos miembros de la burguesía ilustrada y financiera de Cataluña: sentimiento identitario, todo; estrategia secesionista y discriminación financiera, ninguna.
Yo estuve en aquella conferencia y, cuando acabó, me acerque a saludar a la presidenta- “Que tal, qué te ha parecido- me preguntó-; que a partir de ahora vas a tener cada vez menos amigos en el periodismo de opinión catalanista-, le respondí. 
Era de esperar. Cuando alguien rompe  la guitarra no puede esperar que nadie le siga tocando las palmas.    


 







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