El arriesgado compromiso de Gabriel Amat

La afirmación de que la Alta Velocidad llegará a la provincia en el año 2020, obliga al presidente del Partido Popular a cruzar un puente que demostrará si se cumple su

Pedro Manuel de La Cruz
01:00 • 29 ene. 2017

El compromiso público adquirido el viernes por Gabriel Amat asegurando que el AVE llegará a Vera antes de que finalice la actual legislatura supone para el presidente del PP una responsabilidad extraordinaria. 
El problema de las fechas es que, aunque aparezcan en la lejanía, al final se acaban alcanzando. El calendario es una sombra de la que nadie puede desprenderse y asegurar que dentro de cuatro años los almerienses podrán viajar desde Vera a Madrid en tres horas es un compromiso que, como la sombra, no abandonará ya a Gabriel Amat hasta que la realidad lo confirme o lo desmienta.
Desde que el ex vicepresidente Rato asegurara en una rueda de prensa llena de cinismo, desconocimiento y desfachatez (¡qué se podía esperar de un presunto delincuente perfumado de escándalo!) que el Euromed llegaría a Almería en 2005, nadie se había atrevido a poner a la llegada de la Alta Velocidad una fecha tan cercana en el tiempo. Ha habido promesas, sí- para el 2020, para el 2025, en fin, ya saben, las campañas electorales lo aguantan todo-, pero nadie había pasado el Rubicón de la promesa electoral al compromiso político con fecha de caducidad tan cercana.
Gabriel Amat lo hizo el viernes ante la Mesa de las Infraestructuras y, en un tipo como él, tan apasionado por las obras públicas como experto en sus procedimientos y dificultades, no cabe la coartada del desconocimiento. Durante los próximos cuatro años Amat sabe que va a cruzar un puente que habrá de llevarle de la palabra -de “su” palabra-, a los hechos; un trayecto en el que, si no se cumplen sus previsiones, acabará despeñándose.
En otro político el compromiso estaría a las pocos horas alojado en el limbo de la desconfianza o en el pudridero del olvido. Tantas cosas se prometen siempre y nunca se hacen que, otra más, no iba a sorprender. Los políticos, como los tigres, tienen tantas manchas en sus espaldas que otra más no importa.
Pero el presidente Amat no es de esa partida. Durante los más de treinta años que lleva vinculado a la política, se ha escrito de todo sobre él. El alcalde de Roquetas no ha dejado nunca indiferente ni a sus amigos políticos, ni a sus adversarios de la oposición, ni a sus enemigos del PP. 
El poder y quien lo ejerce- y Gabriel lo ejerce- sitúa a quien lo ostenta en una posición de incómoda comodidad. El halago interesado tiene en la sospecha intencionada su contrapunto y la sonoridad del aplauso nunca podrá evitar el eco de la crítica. La política es una moneda con dos caras contrapuestas marcadas por el antagonismo.
Amat no ha podido escapar del sentimiento contradictorio de satisfacción y vértigo que sufren quienes ocupan la cúspide de Poder. De lo que sí ha huído siempre es de incumplir sus promesas. 
Como agricultor que es, aprendió pronto de su entorno que, como dice el dicho, “la palabra de un cortijero es sagrada”. Por eso el incumplimiento de sus compromisos no se encuentra entre los defectos que más le imputan sus adversarios.
Descartada así la posibilidad de que Amat hubiese recurrido a una pirueta improvisada que acabe haciendo saltar por los aires su contrastada fama de cumplidor en la tierra pantanosa de las promesas políticas, su arriesgada apuesta por un calendario tan cercano cabe imputarla al conocimiento de cómo se van a gestionar la financiación y construcción de los tramos pendientes entre Murcia y el levante almeriense en los Presupuestos de los próximos cuatro años. Un conocimiento que tiene en Rajoy, Montoro y Hernando los tres vértices del triángulo en el que ha quedado encerrado con su compromiso.
La relación de Amat con el presidente del Gobierno, con el ministro de Hacienda y con el portavoz nacional del PP es excelente. Hay, por tanto, que pensar que la apuesta en la que se juega el prestigio de la palabra cumplida (tan importante para él, insisto), tiene en su relación con Moncloa, Alcalá 9 y Génova 13 las suficientes garantías para no acabarar volviéndose en su contra.
Las inversiones del gobierno Rajoy en los tramos almerienses para la llegada de la Alta Velocidad han sido, como acertadamente denuncian los socialistas, un auténtico desierto, un sonoro olvido, un insultante desdén.
Estamos ante una legislatura y unos Presupuestos decisivos. O ahora o nunca. Con su compromiso Amat se juega su prestigio. Pero- y esto es lo más importante y lo más decisivo- Almería se juega su futuro.







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