El conocimiento del miedo

La primera vez que fui consciente en primera persona de las inabarcables dimensiones del desastre que había supuesto la fragmentación de la educación de los españoles en diferentes modelos según cada comunidad, la tuve hace muchos años cuando, en un chiringuito playero almeriense, descubrí que era incapaz de comunicarme con los sobrinos de cuatro y seis años de unos amigos catalanes que estaban conociendo nuestra provincia. Ellos no eran capaces de hablar español y, cuando su tío me propuso que les hablase en inglés, le respondí –era más joven e impulsivo- que en inglés iba a hablar con sus sobrinos su señora mother, la abuela de las criaturas. Por eso, lo que más llama la atención del revuelo que ha provocado el dossier del sindicato catalán de profesores AMES sobre el adoctrinamiento político de los libros de texto escolar en Cataluña es, precisamente, el revuelo. ¿Qué nos sobrecoge ahora de la denuncia de textos educativos entre lo tendencioso y lo psicalíptico en algunas comunidades autónomas? No lo sé, pero quizás sea el conocimiento del miedo que empieza a tener más de uno al comprobar el inquietante (aunque perfectamente predecible) comportamiento social de una generación de educandos (al menos antes se decía así, no sé ahora) en ese lodazal infame y ridículo de la reescritura histórica. No tengo aquí espacio para pormenorizar  las majaderías (algunas de ellas de perfil psiquiátrico) que se inculcan a los niños catalanes en asignaturas como Conocimiento del Medio, pero estoy seguro de que todos ustedes han conocido alguna de ellas y, como cualquiera con un mínimo grado de formación y criterio, se habrán quedado a cuadros. Pero lo más sorprendente y, si me apuran, lo más indignante, es el continuado silencio y la permanente inacción que todos los gobiernos centrales han tenido con este atraco a la decencia intelectual y a la dignidad docente y que se ha perpetrado, consentido y –lo más hiriente- sufragado con los impuestos de todos los españoles. Esto ya no tiene remedio.