Una de las virtudes de Macael es la naturalidad, la elegancia discreta, la memoria como presente. Incluso las nuevas generaciones –siempre me emociona el encuentro con mis alumnos macaeleros de la Universidad- son “jóvenes sin prisa… y con memoria”, la garantía del Macael del futuro, que será, por siempre, el Macael eterno, bravo y sencillo de su himno, con todas sus virtudes, porque, como los buenos vinos, el alma viva de Macael gana con el tiempo.
Estuve en la recreación histórica organizada por el Ayuntamiento con motivo del setenta aniversario de la finalización del famoso “Juicio de las canteras”, que duró desde 1920 hasta 1947 y que acabó con la sentencia que confirmaba su carácter comunal o, lo que es lo mismo, que el mármol de Macael siempre y sólo ha sido de todos los macaeleros. Como explicó Ramón Mvartos, en Macael no hubo caciques porque el mármol fue, siempre, cosa nostra. Del pueblo, quiso decir, no se malentienda.
Y, para celebrarlo, se organizó una serie de actos de los que, quizá, lo más llamativo, era la recreación estética del Macael de entonces, con una muy numerosa parte de la población vestida como en la época, en sus calles, en sus bares -el del Brillantina, el del Nevao...-, en el carrillo de los helados de Martín...
En ningún momento tuve la impresión de ver figurantes vestidos de atrezzo, sino la sensación de vivir en aquel Macael, que era éste, como si no hubiera pasado el tiempo.
Si estuvo Vd., me dará la razón: ¿notó algo raro, chocante o le pareció haber visto, toda la vida, paseando vestidos así, a ciudadanos desconocidos y a notorios protagonistas –macaeleros- de la vida almeriense: Raúl Martínez, alcalde, y Guillermo Casquet, diputado provincial, de Guardias civiles; Antonio Segura, ex Alcalde; Diego Martínez Cano –el legendario McGregor del At. Macael-, Presidente de la Cámara de Comercio, y a María Dolores, su mujer, guapísima y elegante, como la diputada Carmen Navarro… Y es que así vistieron sus mayores. Y yo me sentí un macaelero más -aunque, por respeto a los héroes, sin osar vestirme de una época que desgraciadamente no viví- en el emocionado agradecimiento a los canteros.
Hay que conocer, de verdad, no sólo el Macael que se ve sino el Macael que se siente con los ojos del alma y del corazón, que hoy desnudo: voy siempre con el corazón en la mano, para helarme con el frío y achicharrarme con el calor de la emociones. Y, Macael, me achicharra. Como la devoción apasionada por nuestra Virgen del Rosario, que se sumó al homenaje al cantero, al que siempre ha protegido. Y que, en justa reciprocidad, la procesionó.
La mejor cantera de Macael -el pueblo con más fe en sí mismo que conozco- es su gente. Los macaeleros sienten el orgullo, que no la soberbia, de serlo. Son nobles, generosos, llanos, emprendedores, literalmente acogedores: quieren compartir y hacer que el forastero se sienta en casa y sea feliz. Y es que Macael tiene dos corazones complementarios: el blanco y rocoso de su mármol y el tierno y dulce de su gente.
Macael quiere a quien lo quiere y lo hace uno más de sus hijos, como hizo conmigo: me adopto oficialmente –lo que ni en el más loco de mis sueños pude imaginar jamás- sólo porque se enteró de que lo quería: Macael es el paradigma del amor con amor se paga. Y, desde entonces, soy uno más de la gran familia.
La Recreación se montó, sobre todo, como homenaje al cantero, la más digna encarnación humana de Macael y, con él, a toda la gente heroica del mármol -peones, barreneros, aprendices, carreteros, arrieros, herreros, etc.- que trabajaba a mano, artesanalmente, sin más ayuda que su fuerza y su maña ni más alivio que su alma, su carácter indomable y su amor por su pueblo, en jornadas agotadoras de trabajo de titanes, temiendo, a cada instante, el aullido trágico de “La Caracola”.
Son ellos los antecesores necesarios, con su esfuerzo y su saber, del Macael de hoy, el de la tecnología –no sólo en la extracción, sino en la transformación y elaboración-, de la innovación, del bienestar, el Macael mundial. Y se ha llegado a ello gradualmente, en una evolución constante e innovadora de la obra de aquellos canteros, a quienes Macael se lo ha agradecido como memoria viva: en Macael, el pasado es presente continuo. Macael le quita la razón a San Agustín cuando decía “el presente existe, pero no perdura y, en cambio, el pasado y el futuro tienen duración, pero no existencia”. No, en Macael existe el presente como continuación de un pasado en presente y se anticipa el futuro como continuación presentida e inevitable del presente.
De verdad, en Macael la vida es un imparable tren de instantes felices, de vivencias...
Analfabetos en Almería Según el Instituto de Estadística de Andalucía, son analfabetos más de 33.300 almerienses, el 4’6%, y mal repartidos: el 2’8%, hombres; el 6’4%, mujeres.
Hace un año, escribí que creía erradicado el analfabetismo, pero, según el Ayuntamiento de la capital, en dos barrios la tasa entre mayores de 14 años superaba el 50%.
Las cifras facilitadas por la Junta de Sevilla, han aumentado respecto de las el año pasado.
¿Y la escolarización obligatoria, y las redes sociales?
El analfabetismo avanza. Es muy grave.
Rajoy y la videoconferencia Los hechos sobre los que va a testificar Rajoy no los conoció por razón de su cargo de Presidente de Gobierno, por lo que puede ser obligado a acudir como testigo al Tribunal, que dice que lo cita como ciudadano, no como Presidente.
Sin embargo, el voto particular del Presidente lo enturbia: “no puedo compartir el énfasis de mis compañeros en el hecho de que el testigo comparezca como un ciudadano español no como presidente del Gobierno”
El ciudadano Presidente del Gobierno lo es hasta mientras mea.
El joven deportista Es Fausto, mi nieto, un forofo del deporte, sobre todo del baloncesto y del fútbol. Socio del Real Madrid, me invita a su abono –al Bernabeu y al Palacio de los Deportes- cuando estoy allí. Pero como realmente disfruta es jugando, y hoy debuta con el equipo de su colegio contra otro de Madrid. La verdad es que lo hace muy bien. El sábado pasado lo vi. Hoy, no podré y me tendré que contentar con un video a miura pasado.
¡Cómo crecen los enanitos! O lo que es lo mismo: cómo envejecen los abuelitos.
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