De memorias y reconciliaciones

Juan Francisco Colomina
20:16 • 31 ago. 2017

No hay debate más enconado en la sociedad española que el  de la Guerra Civil y la literatura que la rodea. Hace unos días, en la firma invitada de este periódico, tuvimos la oportunidad de volver sobre el tema y leer unas líneas que llamaban a la reconciliación al tiempo que se nos aclaraba algunas cuestiones con la intención de que “no nos manipulen con falsas historias y evidencias poco fiables”, aunque no se llega a describir las mismas.
 La historia de la II República española y la guerra civil no logra tener un consenso entre una gran parte de nuestra sociedad, sea por desconocimiento sea por discrepancias. En ese mismo artículo el autor llamaba a que en las aulas se estudiase lo que “fue realmente esta triste página de nuestra historia”. 
Pero, ¿qué fue lo ocurrió realmente? Está fuera de toda duda que la Guerra Civil se produce por un fallido golpe de estado de la casta militar contra un Gobierno legítima y democráticamente elegido por más que una serie de historiadores se empeñen en manipular las fuentes que nos han llegado hasta nosotros. Pero no puedo más que coincidir con el articulista cuando señala la necesidad de la búsqueda de la verdad, aunque seguro que no coincidimos en el mismo camino para descubrirla. Podría dar aquí una clase de historia pero para eso ya hay magníficos historiadores, que no novelistas, que han estudiado con rigor el periodo. Citaré a uno: Julián Casanova. 
Como decía, la Guerra Civil despierta pasiones y debates en el seno de nuestra sociedad y los medios de comunicación son altavoces y transmisores de muchas opiniones y valoraciones para las que hay que tener un mínimo de rigor histórico y de honestidad profesional. 
La equidistancia que a menudo se manifiesta entre las actuaciones de los llamados vencedores y vencidos tras la finalización de la contienda no hace sino justificar una represión sistémica contra un parte de la sociedad (españoles todos) con la intención de erradicar cualquier atisbo de oposición política.
En la guerra se cometieron atrocidades, todas imperdonables, pero aquello que dijo Manuel Azaña de “paz, perdón y piedad” no enraizó en quienes tuvieron en su mano implantar una paz reconciliadora. ¿¡Cómo iban a hacerlo!? Entonces, ¿de qué reconciliación hablamos? ¿Es posible cerrar heridas y llegar a una paz social teniendo miles desaparecidos en cunetas? ¿A miles de republicanos enterrados sin permisos de las familias en un Valle de los Caídos construido con su esfuerzo? ¿Qué reconciliación se pide cuando hay una fundación que exalta al dictador y falsea a conciencia la Historia? No se trata aquí de reabrir heridas ni de dividir de nuevo a los españoles; se trata de cerrar definitivamente conociendo la verdad, sí, la verdad. 
La Transición, esa etapa modélica y a la vez con enormes carencias, cerró en falso un debate que quizás en ese momento era necesario aparcar para poder avanzar pero que, transcurridos ya 40 años, es hora de que repare la memoria y la dignidad de miles de asesinados por un régimen cruel y dictatorial que impuso su verdad absoluta sobre el relato de la guerra. 
Ese relato, impuesto aún hoy, es que fue una guerra entre hermanos, inevitable, terrible y, lo que es peor, justificable. Las políticas de memorialísticas, lejos de reabrir heridas, lo que pretende es dar descanso a la memoria de los desaparecidos y a los familiares que llevan 80 años buscando a padres, tíos y abuelos, a adolescentes fusilados por tener unas ideas propias y contrarias al régimen. ¿Qué daño ha hecho a la democracia que Ascensión Mendieta encontrara a su padre y le diera sepultura? Búsquenme un solo argumento en que este hecho cree discordia. ¿O acaso podemos ser fariseos y condenar la búsqueda de los desaparecidos al tiempo que celebramos misas en memoria de las víctimas de la República? Yo no me atrevería a decirle a una persona que no honrara la memoria de quién perdió la vida por una creencia religiosa. 
No se trata de enaltecer al régimen republicano sino de condenar un golpe militar, una evitable guerra y una terrorífica represión. 
Paz es lo que aún  buscan miles de familias y una sociedad que no puede reconciliarse hasta que esas heridas queden definitivamente cerradas. Solo así podremos mirar hacia adelante y hacia una democracia de bienestar, libertar y justicia. 







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