El próximo lunes, día seis de noviembre, las reliquias de los mártires del siglo XX en Almería, que fueron beatificados el pasado mes de marzo en el palacio de congresos de Aguadulce, reposarán sine die en la cripta martirial dispuesta por la diócesis en la iglesia de Las Salinas, en San Miguel de Cabo de Gata. Una cripta, que según el Obispado es “de la calidad deseada y su configuración religiosa es adecuada…lugar de peregrinaciones devocionales”. El destino final de las ahora reliquias, antes de la beatificación restos mortales, ha contrariado a un importante número de familias que han visto frustradas sus expectativas de retornar a sus respectivos lugares de descanso los esqueletos de sus allegados mártires, cuya exhumación fue autorizada ante el convencimiento de su devolución a panteones, sepulturas o criptas parroquiales, una vez concluido el proceso y acto de beatificación, en consonancia con el texto de la solicitud remitida en su día por la comisión diocesana encargada de la causa. Sin embargo, un posible error en la redacción de la solicitud, una confusa comunicación, o una inadecuada interpretación de la normativa canónica que regula este tipo de procesos han dado al traste con los deseos y esperanzas de los parientes y familiares. Tal vez nadie les advirtió de que no es tan fácil tener un tío abuelo o un primo por parte de madre camino de los altares, en cualquier sepultura de cualquier cementerio de nuestra geografía provincial, ni en una capilla de su iglesia parroquial, que es lo que, al parecer, les dijeron.. Los restos de esos familiares martirizados ya no son tales, se convirtieron en reliquias y han de ser tratadas, conservadas y veneradas como mandan los santos cánones, que a fin de cuentas es el argumento oficial que la diócesis almeriense ha ofrecido ante las peticiones formuladas.
Solo las reliquias de dos nuevos beatos retornarán en la provincia a sus respectivas criptas, de las que fueron exhumados: Juan Ibáñez Martínez, arcipreste de la parroquia de la Concepción de Albox, y Lisardo Carretero Fuentes, párroco de Canjáyar. Por el contrario, el seglar, abogado y agricultor Manuel Martínez Jiménez , uno de los veinte laicos beatificados, no verá cumplido su deseo, expresamente recogido en su testamento personal, otorgado en mayo de 1931 ante el notario de Almería Joaquín Monterreal Alemán, de que “si falleciese fuera de Oria –municipio natal- es su voluntad que sean trasladados sus restos al panteón de familia del Cementerio de Oria o a la capilla de la Sagrada Familia de la Basílica de Nuestra Señora de las Mercedes, donde fue bautizado, previo los trámites de la legislación católica y civil..”. Manuel Martínez Jiménez murió en el Pozo de Cantavieja, en septiembre de 1936. Durante toda su vida se entregó a los demás y legó todas sus propiedades y pertenencias a los pobres de Tíjola y de Oria, instituyendo heredero como nudo propietario de sus bienes a los dos asilos de la Sagrada Familia, fundados por él benefactor en el mismo testamento donde dejó constancia de su última morada. Sin embargo, la misma institución por cuya fe perdió su vida violentamente parece haber ignorado su legítimo deseo. A lo más, remitirá al templo que debiera acoger sus restos una nimia muestra de los mismos, con lo que el mártir se sentirá eternamente contrariado.
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