En 1969 ,el bandoneista Astor Piazzola hizo escuchar a Horacio Ferrer, su letrista, una composición que había concluido. El músico preguntó a Ferrer qué le sugería, a lo que el autor respondió que “una ronda de niños”. Niños muy tristes que le recordaban a un pequeño que todas las noches pasaba por el Bachín, un restaurante del centro de Buenos Aíres, donde a primera hora de la madrugada los músicos y artistas de la noche tanguista iban a cenar. Entre los vendedores que acudían al restaurante para ofrecer sus artículos se hallaba un pequeño de tan solo nueve años y ojos cansados, Pablito González, hijo de una limpiadora, quien tras ejercer de limpiabotas se dedicó a vender flores. Aquel chico pertenecía al paisaje nocturno del clásico establecimiento bonaerense donde fue apodado como “Chiquilín”. Una de aquellas noches, el poeta uruguayo-argentino esbozó la letra de. una canción inspirada en Pablito, a la que enseguida Astor Piazzola puso música. Nació así “Chiquilín de Bachín”, el tango tan especial que recorrió todo el mundo, en tanto que su protagonista, Pablito González, se hizo un hombre que acabó felizmente con una familia y se dedicó a la hostelería.
Rememoro la intrahistoria de “Chiquilín de Bachín” a la sombra de los Jardines de Horacio Ferrer, en la plaza del mismo nombre, en Nueva Almería, con la que Almería, la primera ciudad española en hacerlo, quiso perpetuar la memoria de quien fuera presidente de la Academia Nacional del Tango de Argentina e insigne creador y difusor del género, con más de doscientos títulos, entre ellos “Balada de un loco”. La vinculación de Horacio Ferrer y Almería se labró, edición tras edición, con el Festival Internacional de Tango. La querencia fue recíproca hasta el extremo de que el artista , fallecido en diciembre de 2014, reafirmaba que tenía plaza por derecho en el mejor escenario español del tango, el del teatro Apolo, un coliseo que espera el calendario y la programación de la duodécima edición, la de este año, de un festival que se ha hecho imprescindible e inexcusable porque, a la par que ha creado patrimonio cultural, ha situado el nombre de Almería en el mapa internacional del tango, un género que contabiliza ya un centenar de festivales en nuestro país, cuya geografía alberga extensamente la celebración de estos certámenes.
Si el nacimiento y creación de “Chiquilin de Bachín” tuvo unos orígenes en un mantel, el origen del Festival Internacional de Tango de Almería está también vinculado al yantar. Tal vez sin conocer las posteriores consecuencias, años atrás el ex regidor y actual senador por Almería, Luis Rogelio Rodríguez Comendador, puesto en fogones, elaboró una receta gastronómica que fue difundida y queasoció al tango, un estilo musical del que también es muy conocedor. El azar quiso que dicha fórmula de cocina llegase a manos de Horacio Rébora, “Tato”, padre, impulsor, promotor y director de los festivales de tango. Aquella receta culinaria abrió las puertas a la recuperación de este baile-danza y a casi una docena de encuentros de Almería con el tango y sus seguidores, que no son pocos, quienes aguardan expectantes el Tango que viene, el del festival de 2018.
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José Luis Masegosa