Los músicos, como los cómicos, recorremos leguas y hacemos camino al tocar. Y con el guitarrista almeriense Antonio Gómez un servidor ha disfrutado de algunas carreteras y unos cuantos escenarios. Y hemos alternando teatros y auditorios con esos otros “bolos alimenticios”, que es como él -con su particular e ingenioso humor- siempre denomina a esas amenizaciones musicales que, sin ser artísticamente las más satisfactorias, suelen ser las que más y mejor llenan la despensa del artista. Y en más de uno y de dos se nos requería tocar “algo de películas”.
Y así la mente inquieta de Gómez -bajo su apariencia serena y tranquila, siempre en ebullición- comenzó a concebir hace más de diez años el proyecto que acaba de ser alumbrado justo ahora por unos focos muy cinematográficos.
Antonio, como buen cocinero musical, tiene habilidad para mezclar cientos de ingredientes y dar con el sabor exacto con el que paladear cada melodía. La materia prima era excepcional pero, por otra parte, todo un reto, porque adaptar a combos y formas jazzísticas esas magnas obras del sinfonismo cinematográfico surgidas de la mente de los Williams, Mancini, Rota, Bernstein o Morricone no es una tarea fácil, y puede caerse en el cliché y acabar sonando a orquesta de Ray Conniff, con todos mis respetos, que tampoco estaba nada mal.
No es el caso. Cada versión, cada arreglo, cada adaptación está pensada, repensada –llevan una década cociéndose, os recuerdo– y bien madurada, para que este menú de cine pueda ser servido con la convicción de la originalidad más absoluta, y con el sello inconfundible de la guitarra y la forma de arreglar de Don Antonio.
Después de probar con Cine et swing – título muy EGB – o Melodías de AluCine, ha tenido que ser otro genio, Javier Ruibal, el que ha sugerido el definitivo Lights, camera, version con el que al final sale al mundo el retoño discográfico.
La flauta de Jorge Pardo en unas bulerías “por Jones”, la de Santi Ibarretxe en un ya mítico felino de color de rosa, la batería del malogrado Kim Plainfield aportando swing y poderío a la marcha de Darth Vader, el rotundo contrabajo de Morente junto al lastimero violonchelo de Octavio Santos homenajeando a Haden y recordando la famosa lista de Schindler, y muchos otros grandes músicos entre los que se cuela modestamente hasta un servidor con un sencillo piano para un vehículo fantástico llamado Kitt.
En esta semana en la que precisamente en Hollywood acaban de hacer reparto de las estatuillas del tío Oscar, mi recomendación no es otra que esta: comprad más palomitas, recostaos en la butaca y dejaos llevar por lo nuevo de Antonio Gómez, una forma diferente de escuchar el cine.
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