Curso de verano Alcazaba: balance y autocrítica

Me ha costado 48 horas recuperarme de la paliza que supone organizar y coordinar un curso de verano, no sólo durante los tres días de su celebración, sino durante los seis meses anteriores.El curso en el que he sido director ha intentado debatir sobre nuestra Alcazaba desde una perspectiva integral, es decir prestando atención a todos los aspectos de su realidad actual, de la mano de destacados profesionales en cada tema.

Un enfoque ambicioso, complejo e inédito, como destacó su codirectora al presentarlo. No es fácil coordinar 24 agendas complicadas y definir un hilo conductor que dé coherencia a las intervenciones de unos expertos que de lo que van a hablar saben mucho más que el coordinador. Para que un esfuerzo de este calibre merezca la pena el resultado del curso debe ser el pretendido, es decir que se alcancen los objetivos planteados, y para saber si ha sido así es imprescindible hacer balance y autocrítica. En mi opinión (que es forzosamente subjetiva) el elevado nivel de las ponencias y la actitud de todos los participantes han conseguido que el curso se convierta en una referencia que puede dar frutos más allá de sus restringidos límites temporales. Se ha dado un repaso a todos los problemas y oportunidades de la Alcazaba y su entorno en cuanto a su rehabilitación, su arqueología, su reconstrucción, su integración urbana, algunos aspectos funcionales (planificación y gestión, accesibilidad, iluminación, vegetación,…), su valor como recurso patrimonial y su significado para los ciudadanos.

A pesar de todo eso, para no pecar de triunfalista y aprender para el futuro, quiero destacar lo más negativo, que ha sido el alcance conseguido. A pesar de nuestros esfuerzos con los medios de comunicación, con las redes sociales, con los colegios profesionales,… no se han cubierto las plazas ofertadas y estuvimos a punto de no pasar (por demanda insuficiente) el corte al que se someten los cursos a principios de junio, como le pasó (inexplicablemente) al que promocionaba el Ayuntamiento sobre planificación estratégica y en el que estaban previstos como ponentes el propio alcalde y algún técnico municipal, además de expertos en este tema tan actual para Almería.

Particularmente me ha dolido la falta de respuesta de mis colegas porque creo que si el interés por nuestra Alcazaba debe ser general, debería serlo aún mayor para los profesionales con formación en arquitectura, construcción, patrimonio y urbanismo. De los más de 500 arquitectos colegiados en Almería solo uno ha asistido al curso, y de los más de mil arquitectos técnicos, otro. Y porque con ambos tengo relación estrecha.

Han sido ponentes varios arquitectos de reconocido (y excepcional) prestigio, y el de mayor nivel además catedrático de la Escuela de Arquitectura de Sevilla y por lo tanto maestro eximio de gran parte de los colegiados almerienses. Sin duda los directores tenemos una parte importante de culpa por no haber sabido dar la debida difusión al curso, pero también puede haber influido el proverbial pasotismo de los almerienses ante los temas importantes de nuestra ciudad, Por mi estrecha relación con ambos colectivos puedo hacer de memoria una larga relación de unos y otros profesionales que critican agriamente esta actitud, sin que ninguno de ellos haya asistido al curso.

Otro capítulo (en el que no quiero entrar) es el de las administraciones. No responder ni apoyar el esfuerzo que requiere reunir un conjunto de opiniones y valoraciones cualificadas nada menos que sobre nuestra Alcazaba, es perder una gran oportunidad.

Menos mal que el entusiasmo de los asistentes compensa muy sobradamente estas ausencias, por lo que quiero acabar estas reflexiones dándoles las gracias por su interés y su respuesta. Asegurándoles que vamos a procurar que los interesantísimos frutos del curso no sean flor de un día, sino que lleguen a donde deben llegar y se conviertan en semillas de las acciones efectivas que la Alcazaba necesita.