No sé porqué, pero hay una tendencia muy generalizada a exigir al músico de rock su pronta retirada en cuanto se le detecta la primera cana o arruga. No existe tal apremio en otras profesiones, y eso que ya nos gustaría que determinados políticos se jubilasen en plenitud de facultades, para mayor tranquilidad de la humanidad.
Pero sería raro escuchar, en referencia a un competente científico octogenario por ejemplo, eso de ‘y este ¿no debía estar ya cuidando a sus nietos o tomando el sol en el parque?’. Incluso dentro del mundo artístico nadie discute que un buen escritor siga exprimiendo sus neuronas prácticamente hasta que ‘doble la servilleta’, o que un concertista clásico tenga que ser llevado casi en brazos hasta el escenario.
Quizás por nacer con la premisa de ser la música que el diablo concibió para corromper a los jóvenes, no se perdona la senectud en los que se dedican al noble arte del ‘rocanrroleo’. Al hilo de todo esto ¿quién iba a pensar que, a sus setenta y seis primaveras, el beatle de la cara angelical – que ahora muchos graciosos comparan con la de Angela Lansbury – iba a seguir a día de hoy llenando estadios? O, como es el caso, grabando discos con nuevas canciones de indudable calidad.
Ni el propio McCartney, que con solo un cuarto de siglo componía ‘When I’m sixty four’ imaginándose con sus supuestos nietos Vera, Chuck and Dave en las rodillas, podía conjeturar que iba seguir paseando su palmito, guitarra en ristre, oteando ya los ochenta. Y esto viene a que lo último del maestro, ese ‘Egypt Station’ recién salido de la mente del más grande compositor pop de la historia es, a mi entender, un estupendo trabajo.
Desde luego, no faltan sus típicas ‘sillylovesongs’, algunas algo subidas de tono como la cachonda ‘Fuh you’ o el single ‘Come on to me’, pero también aborda temas como el acoso escolar en la rockera ‘Who cares’, o la bravuconería indecente de Trump en la suite ‘Despite repeated warnings’. En las preciosas y acústicas ‘Dominoes’, ‘Confidante’ y ‘Happy with you’ se torna reflexivo, homenajea a su guitarra o evoca su pasado con las drogas y lo compara con su felicidad actual. Y, por supuesto, demuestra que para hacer buenas baladas pianísticas, como ‘I don’t know’, ‘Hand in hand’ o ‘Do it now’, se las sigue apañando muy bien.
Tengan la edad que tengan, si un médico sigue curando, un arquitecto construyendo o un profesor enseñando, son respetados, así que no entiendo a los que desprecian una buena canción porque provenga de una voz algo temblorosa. Escuchemos más a nuestros mayores y algo aprenderemos.
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