Julio Alfredo Egea se nos ha ido con las primeras hojas del otoño

Juan Torrijos
07:00 • 27 sept. 2018

Se nos caen las primeras hojas del cerezo, el almendro se desprende de sus frutos, el día ya oscurece antes, se comienzan a cerrar las piscinas y las azules aguas de nuestro Mediterráneo han bajado su temperatura, ya están más frías. Es el otoño que se nos ha hecho presente y nos anuncia los tiempos por venir. Y ha sido en estas primeras horas del nuevo otoño, con noventa y dos hermosos julios cumplidos, cuando el poeta de Chirivel se nos ha querido ir volando como hacen las hojas de sus amados árboles. Se unirán allá donde se tenga a bien que lleguemos hojas y seres humanos, convertidos en ese polvo que a todos nos hace iguales al final. 


Hoy Julio Alfredo le podrá hablar a esas caídas hojas convertido en una de ellas, volando entre las ramas de sus amados árboles, esperando caer sobre cualquier banco donde reposar unos minutos antes de seguir cantando con palabras la vida que nos rodea. Esa a la que él ha dedicado noventa y dos jóvenes años, años que ha llenado de estrellas, de ilusiones, de sencillez, de amor a todo lo que le ha rodeado.



Siempre nos quedará su hablar pausado, paciente, sincero. Supo con su palabra hacernos el mundo más grande, más necesario, nos invitaba a querer las cosas que nos rodean, las grandes y las pequeñas, pero sobre todo, Julio Alfredo Egea nos hizo ver el lado más humano de nosotros mismos. Nos ponía ante un espejo, él, y con su sencillez de hombre de bien nos daba la mejor y más humana clase sobre la vida.


Este otoño del 18 quedará marcado en la historia de nuestra Almería como el que se llevó entre todas las hojas caídas de nuestra provincia, al hombre que supo escribir sobre ellas hermosas palabras de amor, de compromiso ante y con los demás. Se nos ido el hombre, se nos ha ido el poeta, es cierto, pero siempre nos quedarán las hojas de sus eternos otoños impresas con sus palabras para seguir enseñándonos el mundo a través del espejo de su vida, una vida dedicada a la poesía. No es mala herencia la que nos deja el poeta de Chirivel. Tenemos palabras y hojas de Julio Alfredo para llenar aún toda una vida y para aprender a amar todo lo que vive y muere en nuestro entorno. Julio Alfredo Egea no está muerto, está volando con las hojas caídas cada otoño de sus amados árboles. Si usted recoge una, estará recogiendo y defendiendo su hermoso legado.





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