El legado de Julio Alfredo Egea

Miguel Ángel Blanco
14:00 • 04 oct. 2018

Su voz poética sigue viva, Y de ahí, sus palabras, su mirada interior, sus silencios, sus círculos poéticos emanados desde su capacidad de sentir la naturaleza. La marcha de Julio Alfredo Egea (Chirivel, Almería, 1926, Granada, 2018) ha dejado en el aire de quienes lo conocieron una atmósfera de tristeza y de acompañamiento. El itinerario personal del poeta es su gran legado, que renace en cada uno de sus poemarios, en sus palabras, su humanismo y la gran capacidad de contemplación más allá de cualquier horizonte donderenace la música libre de los pájaros. Por eso Julio Alfredo Egea permanece.


Reconocer su legado supone regresar a los caminos compartidos durante años. Renacen los encuentros, el eco de algo nuevo, amparado en el carácter ancestral del tiempo vivido. Aunque los inicios comparecen con la gestación del poeta y su infancia en su pueblo, su historia poética se inicia con “Ancla enamorada” (1956), “desde entonces creo tener voz propia”. Julio Alfredo Egea abre para siempre puertas y ventanas: “todos están citados en mi casa”, con la emoción, la belleza y el símbolo. Este poemario le lleva al descubrimiento de Miguel Hernández.

Aquí están las sensaciones frente al Mediterráneo y las tierras interiores, por ejemplo, en “Desde Alborán navego” (2003): “El mar es la gran metáfora de todos los misterios en que está sumergido el ser humano”.



Confrontación con el drama, lo que explica Fábulas de un tiempo nuevo (2001), tras la gran tragedia del 11 de septiembre, “empezó como una ironía y paso a ser dolor y pesimismo”. Fin de ciclo ante la realidad que se desmorona.


No renuncia el poeta a su humanismo más intimo y directo, “La calle” (1960), “Desventurada vida de María Sánchez” (1973), “Bloque quinto” (1977): “Siento cerrarse el cerco, la oferta, la noticia…, mercaderes, reporteros, avanzan, no hay posible salida”.



El paso del tiempo es una constante y vuelve siempre para concentrarse en “El vuelo y las estancias” (2003). Infancia, juventud, amor. Luces y sombras  en la vejez. Lo onírico y los paisajes del vivir viajero en “Los regresos” (1985).

Desde la prosa y el subconsciente poético en “Los asombros” (1996).



Los caminos de Julio Alfredo Egea se alimentan en los tiempos de guerra y postguerra. “la voz propia de los poetas se forja con aportaciones personales y con herencias asimiladas”. El poeta siempre mira a sus alrededores para forjar pensamiento y sentimiento, para desvelar el dolor interior. “Cuando inicio un libro es porque algo me duele”. Y el poeta desgrana momentos humildes: “Emoción desde la contemplación del arte, la naturaleza en su esplendor o desvalimiento, la belleza de la puesta de Sol, la lealtad, la familia, el vuelo de los pájaros, una gran tormenta en los riscos de Chirivel”.


En el sentir de la poética de Julio Alfredo lo espiritual es esencial. Una necesidad. El compromiso y la confesión. “No estoy decepcionado con el transcurso de mi vivir. Sí estoy decepcionado con la marcha del mundo”. La bondad, la reconciliación y el desengaño. El poemario “Valle de todos” (1963) nace con la inauguración del Valle de los Caídos, “en principio, no gustó ni a vencedores ni vencidos. Pude haberme arrepentido muchos años después cuando supe que el monumento se había construido con presos políticos”.


El poeta respira al aire libre y se compromete con la resurrección personal. “Si no entrara la naturaleza en mi vida moriría asfixiado por la tristeza”, Entre los contrastes de la provincia, el mar, el amor a otras culturas, encuentros con otras realidades de la naturaleza bosques, ríos, desiertos, los árboles y los pájaros. “Arqueología del trino” (2006), “no creo en una vida sobrenatural sin pájaros”. “Puesto de alba” (1996), “Alrededores de la Sabina” (1997).”Humanismo y naturaleza son los dos grandes temas que me mueven a escribir y entrañan los temas fundamentales del ser humano: Dios, el amor, el paso del tiempo, la muerte”.


El escritor observado desde la información. El criterio del periodista promueve la arquitectura de las ideas del poeta, El mundo de los versos es inaccesible desde el exterior. Es un enigma para el lenguaje oficial. “La rambla” (1996) es un simbolismo personal y colectivo sobre Almería. “Nana para dormir muñecas” (1996) Hoy día casi todos los niños están encerrados frente al televisor”; Y ahora frente al móvil. “Se ha pagado un alto tributo. En gran parte la vida se empobreció por estas conquistas”.


En 1998, Julio Alfredo Egea intervino en el I Encuentro Medioambiental de Almería. “Vivimos en una tierra hermosa de contradicciones… ¿En qué colegio se estudia la asignatura de amor a la naturaleza? Hay niños que sólo saben de la naturaleza por un jardín y un periquito enjaulado”.

Siempre el amor a los árboles, individualizados como habitantes vivos del planeta. Acosados y perseguidos. Reivindicación de la Sabina, en Sierra de María. “Con el alma sutil de mi poesía, desde mis versos intento poner vendas al sufrimiento de la tierra”. Los pájaros son su constante símbolo de la eternidad: “Creo en la resurrección de las alondras y en la segura salvación del trino”.

El alma poética de Julio Alfredo es eterna. Y junto a esta realidad siempre permanecerá el misterio.


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