Esta semana, en concreto el próximo viernes, día uno de febrero, se iniciará en el Centro Andaluz de la Fotografía el ciclo de conferencias que bajo el título “Norman Bethune, más allá del hombre” forma aparte, junto a otras actividades, del programa conmemorativo del ochenta y dos aniversario de la “Desbandá”, uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil española. La “Desbandá”, como popularmente se ha llamado al genocidio de la carretera de Málaga-Almería, ocupa cada mes de febrero, desde hace varios años, el recuerdo, la memoria y la reivindicación de justicia para con las miles de víctimas civiles que cayeron masacradas desde el aíre y el mar en el trayecto de la antigua carretera que une las dos capitales hermanas. Una trágica página de nuestra reciente historia, certeramente novelada en la obra “El éxodo de Málaga a Almería”, de la catedrática y escritora María Jesús Orbegozo, publicada por La Isleta Editorial, en la que se cuentan las vicisitudes de dos familias de la serranía malagueña que huyen a la capital ante el avance de las tropas franquistas, pero se ven obligadas a “incorporarse” al mortífero éxodo hacia Almería. La memoria de la Desbandá también reivindica justicia con los responsables de aquel crimen de lesa humanidad. Numerosas organizaciones de todo tipo y distintos foros llevan años pidiendo un mínimo reconocimiento para con las inocentes víctimas de aquella matanza ocasionada por un ataque premeditado contra la población civil indefensa, integrada en su mayoría por mujeres, ancianos y niños.
En más de una ocasión he acompañado a la marcha conmemorativa de la Desbandá, en donde he tenido el privilegio de conocer a uno de aquellos niños que logró salir ileso. Se trata de Juan Conejero Peláez, un octogenario de Vélez-Málaga que vive su jubilación tras casi cuarenta años empleado en una fábrica barcelonesa de tejidos. Él, sus tres hermanos, sus padres y su abuela, emprendieron el incierto camino de la libertad y seguridad que en aquel mes de febrero de 1937 ofrecía la, entonces, republicana Almería. Tras soportar el asedio y hostigamiento de las tropas fascistas durante el cruento camino hacia Almería, el padre de Juan quiso salvar el paso del río Guadalfeo, en las proximidades de Motril, con la abuela a cuestas. Cayeron a las frías agua y tuvieron que buscar refugio en un cortijo de los alrededores, en donde secaron la ropa. Al día siguiente, cuando la familia decidió reiniciar la marcha hacia la capital almeriense se encontró con la ocupación de la Costa granadina por algunos mercenarios de las tropas sublevadas a la República. Sus mandos convencieron a la familia velezana para que no continuara, ya que aseguraron al cabeza de familia que no les ocurriría nada. Así lo hicieron. Al día siguiente, el padre de Juan fue fusilado en una calera.
Emocionado, con voz quebrada, este niño de “La Desbandá” recuerda dolorido las vivencias del frustrado exilio: “Comíamos caña de azúcar y las frutas que encontrábamos. Al borde de la cuneta vimos un cesto de tomates que se había derramado junto a su dueña que yacía muerta. Uno de mis hermanos me animó a recoger los tomates, pero cuando me acerqué al cesto quedé sobrecogido y me tuve que retirar. La pobre mujer tenía asido a los pechos a su pequeño hijo que mamaba de sus mamas inertes.”. Juan no olvidará jamás ésta y otras duras experiencias que le hacen reclamar justicia y dignidad. La misma dignidad que él ha mostrado cuando ha podido visitar la capital almeriense, la ciudad que para su familia y otras miles de personas fue el sueño frustrado en aquel aciago mes de febrero de 1937.
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