Los debates y los medios

Fermín Bocos
23:36 • 05 abr. 2019 / actualizado a las 07:00 • 06 abr. 2019

Decía uno de los colaboradores de Mahatma Ghandi, el padre de la India de nuestros días, que “costaba mucho dinero mantener pobre a Ghandi”. La apariencia cuenta más que el ser y, hoy en día, quien mejor sirve la apariencia de las cosas, quien sentencia lo que es o deja de ser importante, es la televisión. De ahí que los políticos -y más en tiempos de campaña electoral- confíen el peso de sus agendas y prioridades a los asesores de imagen. Lo que antaño eran estrategias derivadas de los objetivos políticos nacidos de la ideología del partido, hoy es marketing puro y duro.


La última encuesta sobre el empleo ofrece el dato más crudo de la vida social española: tenemos a 3.200.000 ciudadanos en el paro. En buena lógica, las ideas, los proyectos, la fórmula para incentivar la creación de empresas como palanca para ir reduciendo el paro, debería estar en la palabra y en los mítines de los líderes de los diferentes partidos políticos que aspiran a tener representación en el Parlamento tras las elecciones del 28 de abril. Pero no es ésa la preocupación del momento.


Ahora el debate gira sobre la eutanasia. Que habrá que revisar en su actual consideración en el Código Penal, pero que no era una demanda acuciante por parte de la sociedad, al margen de un caso concreto, que por su dramatismo ha convertido este asunto en materia circular en los informativos y en de las tertulias televisivas. Y ahí está la almendra de la situación.



Algunos debates servidos por la televisión operan ante el gran público como una auténtica “Tercera Cámara”. En definitiva, son los medios quienes determinan el discurso político y construyen los marcos desde los que interpretamos la realidad. Y los medios, ni son neutrales, ni son ajenos a las corrientes subterráneas de intereses de éste o aquél partido político. Sobre los medios privados hay poco que decir -salvo la exigencia de veracidad en las informaciones- pues responden, y es legítimo, a compromisos y afinidades ideológicas determinados. A los públicos hay que exigirles equidad. El rechazo de toda distorsión deliberada y la disposición permanente a rectificar si aparecen nuevos datos sobre hechos controvertidos. Y que no colaboren en la invención de realidades paralelas ideadas para crear cortinas de humo sobre los verdaderos problemas que afectan a la sociedad española. El ya mencionado del paro; la situación de Cataluña o el futuro de las pensiones, asunto éste casi siempre tratado de manera oblicua cuando no evasiva.





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