Dice el saber popular que más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo. Eso debió pensar Mercedes Fernández, presidenta del PP de Asturias, al hablar alto y claro en la reunión del Comité Ejecutivo del PP convocado --era de suponer-- para analizar las causas del batacazo que habían sufrido el partido en las elecciones generales. Debacle en el Congreso: 71 diputados menos, y hundimiento en el Senado, perdió 74 escaños y perdió la mayoría en la Cámara. Quienes han contado la intervención de la intrépida asturiana --hay que tener valor para decir lo que muchos debían estar pensando pero nadie se atrevía a decir-- comentan que señalando al responsable de la campaña, pidió la dimisión de Javier Maroto. Pablo Casado, tan responsable como el que más del discurso que había desplegado a lo largo de la campaña, no accedió a la petición de la señora Fernández --habría sido tanto como reconocer que él mismo debería haber presentado la dimisión, cosa que no ha hecho--,pero en algún sentido le dio la razón al relevar a Maroto de la tarea de director de campaña y nombrar a la ex ministra Isabel Tejerina para que se haga cargo de lo que se les viene encima el 26 de mayo con las elecciones locales, autonómicas y europeas.
El mismo Pablo Casado que hacía sólo tres días le había ofrecido a Vox entrar en el hipotético gobierno que pensaba formar en el caso de que el PP hubiera ganado las elecciones, renegaba de lo dicho. Vox pasaba a ser la extrema derecha. Más aún, en un detalle de mal perdedor recordaba que Santiago Abascal, que fue durante muchos años dirigente del PP, había vivido de las “mamandurrias” que ahora criticaba. Al tiempo, Casado reivindicaba para los populares la exclusividad del centro político.
En pocas horas y a la luz del tortazo que se había pegado en las urnas, había descubierto que Vox era lo que toda España --menos él-- sabía.También hizo otro descubrimiento sorprendente: Ciudadanos, el partido liderado por el mismo Albert Rivera al que durante la campaña también había ofrecido moqueta en un futuro gobierno, no era un partido liberal, ni centrista, eran socialdemócratas que ocultaban dicha condición. Visto el pendulazo de Casado y la inconsistencia que revela, parecería razonable pensar que así que pasen las elecciones del 26 de mayo, el PP, un partido clave para la estabilidad política y social de España, debería celebrar un congreso extraordinario para aclarar tanto la naturaleza del rumbo político a seguir como la personalidad del timonel del barco.
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