Sin festival de coros y danzas

A principios de este año, cuando se anunció el acuerdo de gobierno en la Junta de Andalucía entre PP-CS, y que contó con el apoyo de VOX, la izquierda andaluza reaccionó con la escenografía habitual de las grandes ocasiones: el Parlamento Andaluz fue cercado por parte de asociaciones, colectivos, grupos y asociaciones beneficiarias de la descontrolada línea de subvenciones políticas del PSOE, que era quien estaba detrás de la organización y producción del festival de coros y danzas. La urgencia y la furia de las manifestaciones que rodearon la cámara andaluza (sitiar un parlamento es un recurso totalitario, se mire por donde se mire) venían motivadas por el hecho insólito de que un acuerdo democrático entre partidos legítimos, que habían recibido el libre apoyo de miles de andaluces, había tenido el imperdonable atrevimiento de sumar sus votos y desalojar del poder a quienes creían -y siguen creyendo- que la Junta de Andalucía era una propiedad privada. Algo a todas luces imperdonable. Es posible que recuerden las imágenes de esa bochornosa pataleta que coreografió el PSOE con la interpretación de sus grandes éxitos: “ni un paso atrás”, “no pasarán”, “nuestros derechos no se negocian”, etcétera. La operación no sólo se circunscribió al Parlamento en Sevilla, sino que tuvo sus ecos paralelos en todas y cada una de las grandes ciudades andaluzas. Las sucursales y franquicias del “paremos al fascismo” salieron a la calle por todas partes, para denunciar la falta de escrúpulos de unos partidos que habían sido capaces de aceptar el repugnante apoyo de los malos malísimos. Pues bien, hace unos días, socialistas y comunistas no sólo se han dado un abrazo para gobernar España, sino que han invitado a apoyar ese acuerdo a toda una purria de radicales antisistema y blanqueadores de asesinos. Pues bien, por poco que pueda gustar ese pacto, no se han visto manifestaciones, ni rodeos de sedes, ni algaradas por la calle. Pero ojo, luego los demócratas son ellas y ellos.