La germanía, el habla de ladrones, maleantes, prostitutas...

Luis Cortés Rodríguez
07:00 • 22 ago. 2020

Don Quijote había solicitado al académico, el doctor Narbona de Tomares, que le explicara en qué consistían las hablas marginales. Eran las lenguas que nuestros literatos de los siglos XV y XVI incluían en sus obras imitando el habla tanto de grupos desfavorecidos (negros, gitanos o moriscos) como de grupos regionales (vizcaínos o sayagueses). El académico respondió de esta manera:


—Son lenguajes burlescos para producir hilaridad, aunque tal burla se da mucho más en el habla de negros, de vizcaínos o de sayagueses que en la representación de la de moriscos, gitanos o maleantes.


—Nunca leí –contestó don Quijote– tales lenguajes o hablas marginales en los libros de caballerías, pues ni Suero de Quiñones ni Esplandián ni Amadís de Gaula ni ningún otro caballero usaban de las bromas y donaires con estas gentes. Ahora bien, me ha parecido oír a vuestra merced que hablaba de los maleantes, lenguaje al que no se había referido anteriormente; y tal gentuza, como facedores de tuertos que son, sí que se muestran en los libros antes aludidos.



—Bien dice vuestra merced –respondió el académico Narbona–. En efecto, durante la plática anterior había olvidado este lenguaje de maleantes, lenguaje que se conoce como germanía. Es el habla de los ladrones, prostitutas, criminales y gente de esta calaña. Con él, tal canalla pretende ocultar ciertas razones ante sus carceleros, la justicia o ante otras personas. También sirve como señal para reconocerse los unos con los otros dentro de su grupo social. 


—¿Y puede saberse –intervino don José Martínez de Ametis, que escuchaba con mucha atención a su compañero de viaje– quién fue el primer autor que empleó en sus obras esta habla de la germanía?



—Parece ser que fue un poeta que vivió entre el siglo XV y las primeras décadas del XVI –respondió el doctor Narbona de Tomares–. Era  conocido como Rodrigo de Reinosa y había nacido en el seno de una modesta familia. Luego, la germanía se fue introduciendo en muchas obras de diferentes autores, algunos tan nuestros como Cervantes, Lope o Quevedo. Estos y otros siguen enriqueciendo las hablas marginales, incluida la que nos ocupa. 


—¿Pero –se interesó de nuevo el participante en la conquista de Málaga– las diferencias del habla de estos maleantes con respecto al habla normal ¿eran fonéticas, morfosintácticas, léxicas?



A lo que el doctor Narbona respondió: 


—Bueno, en el caso de la germanía, son diferencias léxicas, de vocabulario, con respecto al habla común. Bien cierto es que en otros lenguajes, como el de negros o vizcaínos, fueron también fonéticas y morfosintácticas. He de decirles a vuestras mercedes que, como lengua propia de unos «profesionales», se van a distinguir ‘operaciones’ que para el habla común se designan con un solo término. Así, el ladrón, según su especialidad o forma de robar será conocido como alcatifero ‘roba en tiendas de seda’; chinador ‘corta la ropa para robar la cartera’; percador o picador ‘roba con ganzúa’; gomarrero ‘robagallinas’, etc. Más tarde se irían incorporando términos del léxico  caló, pues delincuentes y gitanos coincidirían en las cárceles. Así, por ejemplo, canguelo ’tener miedo’, birlesca ‘junta de ladrones’, garfiñar ‘hurtar’ o erdicha ‘pobreza’. 


—Menos mal que siempre deja la desgracia una puerta abierta a la fortuna para llevar a los malhechores a la madrastra o angustia, que es como se conoce el presidio –dijo con mucha gravedad don Quijote.


—Pero lo más curioso de todo –continuó el académico– es que dichos delincuentes, en su afán de esconder los mensajes, de ocultarlos, a los miembros que no pertenezcan a su condición de malhechores, emplean, y no se asusten vuestras mercedes, cultismos, algunos de ellos latinismos. Por ejemplo, con mal francorum aluden a la ‘enfermedad venérea’; aetatem mahometicam se dice para referirse al ‘juego de naipes’, que consta de cuarenta y ocho cartas y coincide con la edad en que murió Mahoma;  finibusterrae significa ‘la horca’; jugar los kiries encubre ‘sufrir los azotes’; rezar los laudes es ‘beber abundantemente’, o en puribus se refiere a estar ‘desnudo’. Y así muchos más. 


Tras esta explicación muy a la larga acerca de la germanía, don Quijote se dirigió, de nuevo, al académico para que éste, aprovechando que Sancho, tan lerdo y molesto en ocasiones, dormía, le diera cuenta de las otras hablas, como la de negros, moriscos o gitanos. Tanto el doctor Narbona como don José Ametis convinieron, muy a su pesar, en que no podían detenerse más para dar cuenta de lo solicitado, porque ya convenía ponerse en camino. Ante lo cual, don Quijote  díjoles:


—Mucho agradezco a vuestras mercedes su compañía, sus exquisitas viandas y su plática, con la que tanto holgamos. No muy lejana quedará la fecha en que termine esta horrorosa peste que asola la ciudad de Sevilla y podamos mi escudero y yo encaminar nuestros pasos hacia tan esplendorosa ciudad, a cuya universidad me placería ir y verlo si vuestra merced no entiende que fuere desacertada tal visita.   

Caballero y escudero decidieron que pasarían la noche cerca, en una majada donde pastores y ganado se recogen en alguna otra época del año, pero no en ésta.  


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