La poesía es el género literario más maltratado que existe. De un tiempo a esta parte, parece ser que la única manera de convertirse en poeta es ser un influencer – o un bot, no las tengo todas conmigo – y, en ambos casos, no debe de ser un oficio sencillo.
Si usted ha decidido lanzarse al verso libre tenga en cuenta los consejos que a continuación le enumero: sus textos pueden ser prosa o verso. Lo que quiera. No hay reglas, ni sentido de la métrica o la rima. La temática deberá ser sencilla y lo más cercana posible a un discurso coachero bienintencionado. Por último, compre seguidores y engagement, ya podrá pagarlos con los posteriores premios que consiga. La clave está en perpetuar ese maltrato hacia la poesía, ya no es necesario sentir respeto por el papel que albergará sus textos.
El influencer Rafael Cabaliere ha sido el último en sumarse a este vilipendio cultural. Concretamente, al recibir un premio de 20.000 euros por juntar unas cuantas frases sueltas desprovistas de ritmo, sentido y significado. Lo más increíble de todo esto es que el escritor venezolano asegura que sus escritos no son poesía, esto le honra. Cabaliere es a la poesía lo que Sálvame deluxe a la televisión: un gran producto de márquetin. La calidad de sus poemas se mide en los likes que recibe. El resultado son decenas de imágenes con aforismos anodinos, que confirman que es posible convertirse en poeta a golpe de bot y demostrar que la poesía basura está de moda.
Si Wislawa Szymborska levantara la cabeza, le hubiera pedido a Cabaliere que volviera a guardar sus poemas en un cajón – ya saben cómo se las gastaba en su “consultorio de escritores” de la revista Vida Literaria –.
La culpa la tienen las redes sociales, aquellas en las que el talento literario es suplido por la cantidad de seguidores que engrosan los perfiles. Ya no importa lo bien que uno escriba si no alcanza los 1.000 likes. ¿Cuántos seguidores se necesitan para publicar un libro? ¡Qué congoja! Si esto va a ser la élite cultural literaria, yo me bajo del carro.
Nunca pensé que la cultura se dejaría vencer por las nuevas tecnologías, que se prestaría a medir el éxito con algoritmos. Algunos celebrarán esta derrota, entre ellos Cabaliere, otros nos limitaremos a no confiar en estos poetastros.
Cuando era niña odiaba la poesía. No la entendía y mucho menos lo pretendía. He de confesar que vuelvo a sentirme igual, pero algo he aprendido y es que esto que estamos viviendo no es poesía, es otra cosa. Cabaliere, si usted quiere ser poeta, lo mejor que puede hacer es empezar a respetar el papel.
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