Algunos datos fundamentales que se conocerán en pocas semanas, permitirán hacerse una idea de cómo serán los próximos años de nuestra vida. Pueden acaecer cosas impensables, como nos sorprendió la pandemia, pero varios compromisos ya fijados en el calendario marcarán profundamente lo que venga.
El primero se despejará el 3 de noviembre. ¿Seguirá Donald Trump en la Casa Blanca para un segundo mandato? Si gana, abróchense los cinturones de seguridad para el vértigo de su fiesta final. Si pierde, habrá que reparar los desperfectos, especialmente la convivencia ciudadana en Estados Unidos, el daño a Naciones Unidas, a la Organización Mundial de la Salud, a la OTAN y a las deterioradas relaciones comerciales y políticas con China. Si no sigue Trump, Bolsonaro en Brasil, Boris Johnson en el Reino (des) Unido y tantos otros, dejarán de sentir el viento de cola que los impulsa.
El segundo dato está en manos de los científicos en su carrera por una vacuna eficaz contra el Coronavirus que despeje el horizonte. El solo anuncio de su disponibilidad, siempre que sea técnicamente documentado y no “a la rusa” (como la declaración de Putin asegurando que ya tienen vacuna y que la probó su hija), surtirá efectos terapéuticos sobre el estado de ánimo de la ciudadanía del mundo.
El tercer dato, vinculado al anterior, es comprobar la capacidad de la economía global para levantarse de un golpe tan duro como el que estamos sufriendo. Hay sectores de actividad que no se han detenido, pero otros, como el turismo, la hostelería, automóvil y aviación, han sido duramente afectados. Por suerte, la cadena alimenticia no se ha interrumpido en los países desarrollados; pero ya advirtió el responsable de la FAO que, de prolongarse, esta pandemia provocará más muertos por hambre que por enfermedad en países con fuerte economía informal.
A esos datos globales hay que sumar las incógnitas propias de cada país. Y en España, también en pocas semanas, despejaremos dos dudas clave: si somos capaces de contener esta segunda ola de contagios y si se pactará un Presupuesto del Estado que permita cierta estabilidad política, en vez de seguir prorrogando el último de Rajoy, de mayo de 2018. Por chocante que resulte, parece más probable algún acuerdo político entre un personal programado para la confrontación, que parece vivir de espaldas a la realidad del país, que controlar la pandemia en algunas zonas, especialmente en grandes ciudades como Madrid y Barcelona. España se despobló para concentrarse excesivamente en capitales que, además, son foco de atracción para la inmigración.
Precisamente en esas grandes áreas, dos gobiernos autonómicos de derecha -tanto el de Esperanza Aguirre como el de los independentistas- debilitaron gravemente el sector público de la sanidad. De aquella lluvia de recortes y privatizaciones, vienen los lodos de las deficiencias actuales que padecemos. Navegar, o naufragar, en la enfangada política actual, determinará también el asentamiento, o el fracaso, de liderazgos en todo el mundo. Ángela Merkel, Giuseppe Conte, Úrsula von der Leyen y otros, están en esa lista positiva en la que pugnan por entrar Macron, Sánchez y el portugués Costas. El futuro será más digital y de economía verde, dice la Unión Europea. Pero antes hay que controlar la pandemia, o será analógico y muy oscuro.
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