Días atrás, una alumna de Comunicación, paisana del irrepetible García Márquez, se quejaba de la economía de vocabulario que preside la comunicación de sus compañeros, protagonistas exclusivos, en muchos casos, de la intercomunicación personal por medio de las redes y plataformas tecnológicas al uso, un medio que en opinión de la bisoña universitaria les crea ciertas limitaciones – inevitable reducción de vocablos, entre otras- y les encorseta en un restrictivo ámbito lingüístico. Un hecho que la estudiante universitaria no llega a entender del todo, pues le causa cierta extrañeza el hecho de que futuros comunicadores no muestren mayor entusiasmo por la adquisición de conocimientos e, incluso, de cultura general, a través de otros muchos medios que tienen a su alcance, sobre todo el libro, en cualquiera de sus formatos. Sin duda alguna, esta futura profesional del Periodismo promete, a tenor de su honda y determinante vocación y de su sincera pasión por el periodismo –“el más hermoso oficio del mundo”, en palabras del autor de “El coronel no tiene quien le escriba”-. Cuestión distinta es la situación laboral que tenga la profesión cuando esta vocacional comunicadora concluya sus estudios, realice no sé cuántos másteres y, como en el sorteo de la ONCE, la suerte le acompañe para poder hacer realidad sus legítimas aspiraciones. Si es afortunada podrá desempeñar el trabajo de sus ilusiones y si la dicha no le sonríe en este aspecto, comenzará una larga travesía por el desierto de los frustrados periodistas que no podrá equipararse ni con la ímproba lucha de San Francisco de Sales, el obispo de Ginebra, cuya gran pasión por las letras y sus creencias en su intento de convertir a los protestantes que no se dejaban, le llevó a preparar unos escritos que depositaba por la noche en las puertas de sus viviendas. Claro que esta virtual profesional del periodismo no tiene por qué saber quién fue este hijo de la nobleza francesa, nacido en Thorens, a unos veinte kilómetros de Annecy, en Saboya, que recibió el reconocimiento como patrono de los periodistas católicos por el Papa Pío XI, cuya festividad era el veintinueve de enero hasta que el Vaticano II la pasó a tal día como ayer .Un patronazgo, cuya celebración ha dado pie a numerosas y coloristas crónicas, como la publicada con cierto talante precursor en el diario almeriense “La Independencia”, en 1916, por Sebastián Mantilla, a la sazón teniente coronel de Estado Mayor.
“…San Francisco de Sales –subraya el cronista- se celebra el veintinueve de enero, y en ese día, a semejanza de lo que hacen los militares, pudieran los periodistas católicos celebrar una misa, más o menos suntuosa, o simplemente rezada por las almas de los compañeros muertos; después, si hay algún dinerillo de sobra en el periódico, reunirse para banquetear con más o menos modestia, empresarios, redactores y obreros, bien juntos, bien con separación, o si no cobrando cada cual una gratificación que pudiera ser uno o más días de haber, para añadir algún extraordinario a la puchera familiar, y tal vez este último procedimiento sea el más adecuado. La Agencia de la Buena Prensa pudiera iniciar y ligar estas fiestas anuales, que indudablemente servirían, como en otros organismos, para fomentar el compañerismo entre individuos de la misma profesión, alejados por la necesidad de vivir en poblaciones diferentes. En Bilbao, desde hace tres o cuatro años se viene celebrando con gran pompa la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas católicos…Con el tiempo se procurará ir extendiendo esta fiesta con otros festejos profanos..”. No erró mucho el cronista en cuanto a la programación de actos celebrativos, casi fue un visionario de lo que durante mucho tiempo ha sido la conmemoración de la fiesta de los periodistas, una tradición que se ha perdido, en parte, a consecuencia de los vaivenes y graves alteraciones del panorama de la profesión.
Es muy posible que la inquieta aspirante a lo que dentro de unos años sea el periodismo, no conozca la acertada declaración institucional de la Federación de Asociaciones de la Prensa, entre ellas la APA- Asociación de Periodistas de Almería, demandando transparencia :“En este año de profundas transformaciones y cambios en la sociedad, derivados de la Covid-19, debemos defender sin desmayo que el periodismo riguroso, veraz, verificado, contrastado y sujeto a las normas deontológicas continúa siendo esencial para la democracia. Solo de esta manera recuperaremos la confianza de los ciudadanos. Dicha transparencia es la base fundamental para evitar que la desinformación desplegada en bulos, mentiras y medias verdades, lleve a los ciudadanos a adoptar decisiones erróneas y a desconfiar de los gobiernos, de los científicos y de los medios..”.
Probablemente, la futura periodista no sepa que tras la anterior ola del Covid, en Andalucía la inestabilidad laboral afecta al cincuenta y dos por ciento del sector de la comunicación, y el cincuenta y siete por ciento de los profesionales considera que el Covid-19 ha repercutido negativamente en la calidad de su trabajo, según el informe del impacto en el trabajo de los profesionales del periodismo y la comunicación realizado por el Sindicato de Periodistas de Andalucía. Tal vez casi nada de todo este contenido llegue a la venidera comunicadora, pero seguro que cuando logre su sueño sabrá el significado de –como aludía el cronista de “La Independencia”- la puchera familiar del periodista. Una triste puchera.
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