Pocas veces he asistido, a lo largo de mi ya dilatada vida profesional, a una polémica tan absurda como la que se registra en el seno del Partido Popular acerca de si la presidenta de la Comunidad madrileña, Isabel Díaz-Ayuso, debe o no presidir el PP de Madrid tras un congreso regional que quién sabe cuándo se celebrará. Claro que no es Madrid el objeto del enorme terremoto en un vaso de agua: el fondo es si Casado acabará o no presidiendo el Gobierno de España, también quién sabe cuándo, cómo, por qué o con quién.
El PP parece situarse en un eterno reajuste, necesitado de darse algún tiro que otro en el pie de cuando en cuando. ¿Que gana abrumadoramente en las elecciones madrileñas, ayudado por una cierta heterodoxia en fondo y formas, por la señora Díaz Ayuso? Enorme jaleo sobre si ella --que asegura que no-- y sus mentores lo que quieren es acabar suplantando a Pablo Casado --que jura que tampoco está en la ‘melé’ --en un combate no tan inminente contra Pedro Sánchez por el sillón de La Moncloa.
Entonces aparece la polémica sobre la presidencia el PP de Madrid, si la presidenta o el alcalde Almeida, que insisten en que mantienen una buena relación no desmentida por hecho alguno, dirigirán el partido en Madrid, la Comunidad políticamente más bulliciosa, traviesa e ilógica de España. Yo creo que todo el mundo sabe que Díaz Ayuso acabará presidiendo el PP en Madrid, con la anuencia de Martínez-Almeida, cuando sea, y aquí paz y después gloria.
Así que me pregunto hasta qué punto es todo un montaje de esos ‘chiquilicuatres’ emboscados en Génova o en la Puerta del Sol, como denuncian unos y otros, mirando, en realidad, hacia el secretario general, Teodoro García Egea, o hacia el influyente asesor de la presidenta de la CAM, Miguel Ángel Rodríguez. Bueno, y todo eso con intervención de los medios, claro. Y hasta de figuras esotéricas, que poca atención interna en el PP deberían merecer, como la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre.
Organizamos, desde un Foro periodístico, una jornada de reflexión sobre el futuro de la profesión a la que invitamos, como ex periodista y futura periodista --ella insiste en que regresará a la tarea informativa cuando, transcurridos ocho años de su mandato, deje la política pública--, a Díaz Ayuso. Pocas veces en mi vida he visto tanta profusión de cámaras de televisión, micrófonos y compañeros, arremolinándose en torno a un personaje político. Las mismas preguntas siempre y siempre las mismas respuestas.
Ella es, sin duda, una figura atractiva y también polémica, con decisiones controvertidas --la ‘toma’ de Telemadrid, por ejemplo--, pero que creo que se ha trazado con firmeza su futuro: ahora que tantos ex, más políticos que informadores, miran hacia el periodismo como medio de vida y propaganda, desde Pablo Iglesias a Susana Díaz, pasando por Carmen Calvo, me parece que ella también se ha ‘resignado’ a, dentro de tres o cuatro años, regresar a lo que profesionalmente quiso ser cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Información, pocos cursos después de la reina Letizia, por cierto.
Ser periodista es algo que, me temo, imprime carácter. Ves la vida de manera diferente a los demás, como desde otro lado. Sobre eso, sobre la esencia de la información que vamos a seguir haciendo, queremos interrogarnos muchos a, lo largo de los próximos meses en un ‘observatorio de Nuevo-Nuevo Periodismo’ auspiciado por el mentado Foro, la Fundación Axa y varias universidades, como se anunció en la citada jornada. Y es un interrogante esencial: ¿somos o no el cuarto poder?
Creo que los debates de la jornada, a alguno de los cuales asistió, interesaron a la presidenta madrileña, consciente de que el revuelo organizado a su paso, las cámaras de TV, las decenas de micrófonos acosándola, es transitorio.
Lo malo es lo de quienes se siguen pegando tiros en el PPie, a punto este partido de iniciar una convención que debería ser de reflexión mucho más serena: ni Ayuso será jamás presidenta del Gobierno nacional ni Casado, a quien las encuestas favorecen tibiamente --a saber de aquí a dos años-- se siente amenazado por ella.
Más valdría que ambos se enzarzasen en la tarea de construir alternancia, en esas nuevas políticas de las que por ejemplo Alemania, lo veremos el domingo, es una espléndida muestra. Pero nada: venga a darse tiros en los PPies, mientras Sánchez, encantado con el tiroteo, ve transcurrir la Legislatura. Así ¿quién gana unas elecciones?
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