Con la amnistía del 77 se ha repetido el mismo ‘cantinflismo’ de la coalición gubernamental que ya habíamos vivido con la derogación ‘fake’ de la reforma laboral.
Enrique Santiago (Unidas Podemos) acusa a su compañero Félix Bolaños de “confundir”. En realidad, el ministro de Memoria Democrática, había salido antes a los medios a aclarar lo pactado con los socios en el gobierno que encarna Santiago. ¿Alguien lo entiende?
Nuestra versión hispana ‘woke’ comenzó en la tele con el programa ‘Cachitos de hierro y cromo” y ha acabado en el recio jersey de cuello alto de Marcelino Camacho. Fueron comunistas como éste, Carrillo y la Pasionaria, quienes más apoyaron la Amnistía del 77. Y sus comunistas descendientes lo olvidan hoy.
Como los reportajes sobre el franquismo que La Sexta emite en bucle, parece éste un nuevo ataque simbólico al momento fundacional de nuestra democracia, desde que el hoy hibernante Pablo Iglesias machacara en 2017 desde la tribuna del Congreso con el eslogan ‘Régimen del 78’. Quitarle a la Transición su Ley de Amnistía es como quitarle los grumos al Cola-Cao.
Esta confusa ley revisionista ha coincidido con el anuncio de reforma de la ‘Ley Mordaza’ y otra vez ha dado la cara el comunista Santiago. Yolanda Díaz queda en retaguardia, que es más de Gramsci, por estilismo electoral.
Con ese nombre de ‘hago-trampas-al-solitario’, ¿quién no se va a oponer hoy a derogar la ‘ley mordaza’? Para empezar, los miles de policías, guardias civiles, agentes locales y autonómicos, que por vez primera en cuarenta años se han puesto de acuerdo para protestar pasado mañana juntos. El Gobierno deja desnudos a los policías al llevar el espiritu de la ley Celaá a las calles, cuando más alborotadas están. Los que rompan escaparates y quemen contenedores no podrán suspender en el calabozo.
Afortunadamente, las Fuerzas de Seguridad del Estado hoy no son ya aquellas tan toscas y brutas heredadas del franquismo, que cometieron crímenes y abusos en la Transición.
Hay quienes hoy quieren correr delante de los ‘grises’ cincuenta años después de no haberlo hecho en su día. En 1986 yo probé a los ‘marrones’, que como el Nesquik eran los sucedáneos más fondones de aquellos. La porra no me golpeó pero cayó a centímetros, seca y sonora, sobre la espalda de otra universitaria a mi lado.
Aprendí rápido en lomo ajeno. Era estúpido querer asaltar el Hospital Real de Granada mientras Felipe González le entregaba el Doctorado Honoris Causa a Willy Brandt. También aprendí rápido pocos años después al caer el Muro de Berlín y acepté que nadie puede hablar mejor del comunismo que quienes lo han vivido. Es muy fácil vivir el comunismo ajeno, en ‘la vida de los otros’, como les ocurre a los comunistas españoles con los cubanos.
Ya quisiera Cuba tener los agentes tan profesionales y neutrales que tenemos en España y no la red de fanáticos vecinos delatores que se plantaron en la casa del dramaturgo cubano Yunior García, para reprimirlo y acusarlo de ser “enemigo del pueblo”.
García ha tenido que huir de su tierra para no ser encarcelado, como tantos otros cubanos, venezolanos o nicaragüenses. Está disfrutando en España de la libertad que le niega la dictadura de su país. Y por casualidad, otro cubano, Youtuel Romero, ha tocado el cielo musical en los Grammy Latinos y desde allí no se ha olvidado del infierno sin libertad de sus compatriotas.
Yunior ha dado muchas entrevistas brillantes y sinceras en España y yo le hubiera preguntado: “¿Aceptaría para Cuba una Transición como la de España, incluso con una amnistía para los actuales tiranos?” No se qué dirías ‘brodel’, pero intuyo que lo aceptarías sin dudar. Youtuel y Yunior solo comparten con Yolanda Díaz, la ‘y’ de sus nombres.
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