Rebeca Gómez
23:52 • 10 feb. 2012
Las medidas que toma el gobierno no gustan a la oposición. Pareciera que los responsables de la política errática a la que hemos dicho -no- en las urnas no tuvieran nada que decir de la caótica situación que ha encontrado el equipo de Mariano Rajoy. Ni cien días de confianza, ni el plazo de constitución de los nuevos equipos, ni el tiempo prudencial para evaluar lo que había pero no se dijo y lo que se dijo pero no había y tomar decisiones con la reflexión necesaria.
El gobierno de Rajoy se enfrenta a una situación distinta a la anunciada por el recién despedido gobierno socialista. Y ahora son aquellos que, tropiezo tras tropiezo, fracasaron en sus medidas -o en su ausencia-, los que nos condujeron por la senda errática entonando aquel petulante "estoy convencido de que no estamos tan mal", los que acostumbraron la indolente ligereza del -ya vendrá alguien a arreglarlo-, nos anuncian, ante un gobierno cabal, garante y contundente, que las medidas van a ser un fracaso. Dejan un desaguisado y se asustan cuando el Presidente lo cuenta. Y muestran sorpresa los que hasta fin de año fueron administradores del desánimo y la mentira.
Dijo Aristóteles que "los discursos inspiran menos confianza que las acciones". Con el cambio de gobierno ha cambiado la forma de hacer gestión y política. No hay en el nuevo gobierno cálculos electorales. No hay aplazamiento de responsabilidades. Se requieren medidas concretas, contundentes, que permitan volver a mirar adelante, que consigan sacar a flote un país con 5,2 millones de parados. Lo dijo hace unos días la vicepresidenta Sáenz de Santamaría: "este gobierno está para hacer lo que tiene que hacer".
El equipo de Mariano Rajoy ha acreditado experiencia, solidez, sensatez y transparencia, y es consciente del reto de reflotar nuestra economía, de la necesidad de afrontar esfuerzos colectivos y de lo que éstos significan para las familias, para los autónomos que han perdido todo lo que tenían y siguen queriendo arriesgar, para las empresas quebradas que han tenido que cerrar por falta de liquidez crediticia.
El que acaba de llegar es un gobierno que promoverá un pacto nacional por la austeridad y la racionalización,que evite duplicidades y permita llegar al principio de "una administración, una competencia"; un gobierno que controlará el déficit público para que el dinero llegue donde tiene que llegar, pues el dinero que se lleva la deuda pública es dinero que se resta a las familias y a las empresas.
Lejos queda el discurso del pleno de investidura, cuando el recién estrenado secretario general socialista aseguró que la de su partido sería una oposición colaborativa: por el momento toda su acción ha sido la crítica. No parece haber reflexión en quienes aún hoy insisten en que si no se hubiera desatado la crisis en otros países no habríamos llegado a la situación que dejan.
Mientras, en Andalucía, comunidad que han arrastrado hacia los peores datos que en empleo y educación se conocen en el entorno europeo, los socialistas elogian sus resultas. Dan lecciones de sus logros y critican las propuestas del nuevo gobierno. Entre sus últimas píldoras: que hay que saber leer los datos, pues no quedamos tan mal en el Informe PISA, y que fueron ellos los que destaparon el turbio asunto de los ERE. Como leen.
Critican, por cierto, que el gobierno decida una moratoria de la energía renovable. Quizás convendría estudiar lo que han costado a las haciendas públicas estatal y andaluza ciertas andaduras, y con quiénes se hizo el camino, y si fue caro o barato. Discurrir por la A-92 también es hacer memoria.
Así las cosas, desde la atalaya quimérica de esa gran gestión que a su juicio los electores no hemos sabido apreciar, los socialistas hablan de democracia, de honestidad, de honradez, como si esta Andalucía no tuviese memoria. La hemeroteca guerrista queda desdibujada y pareciera hoy un juego de niños al escuchar a cargos y dirigentes socialistas aseverar que lo de los ERE es flor de un día. Quién sabe lo que a su salida arrojarán las auditorías, lo que decían los documentos que ahora no encuentra
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