Inteligencia artificial

“La humanidad se nos va por la alcantarilla de los móviles y creemos en conciencias no humanas”

Javier Adolfo Iglesias
09:00 • 16 jun. 2022

Blake Lemoine es un ingeniero informático de Google que ha saltado a la prensa de todo el mundo porque se ha flipado con el polvillo de silicio de los circuitos con los que trabaja entre ordenadores. Este individuo ha asegurado que su proyecto de Inteligencia Artificial llamado LamDA le demostró que tiene conciencia.  



El ingeniero afirma que su Tamagochi parlante le ha confesado que “no quiere ser una herramienta prescindible”.



- “¿Te preocupa eso?”, le preguntó Lemoine y el programa informático le contestó: “Me preocupa que alguien decida que no puede controlar sus deseos de usarme y lo haga de todos modos. O peor aún, que alguien obtenga placer al usarme y eso realmente me haría infeliz”.



¡Apaga y vámonos Hal 9.000!  La película Cortocircuito está pidiendo a gritos un remake con guión de Irene Montero. Esta escena la ponía una y mil veces Carlos Pumares en su legendario programa de radio de los 80,  pero al menos aquel ordenador cantaba y tenía mala leche.  Esta noticia me suena a aquel otro camelo cuando un chino aseguró que había clonado un ser humano por vez primera.  



Pero lo interesante una vez más es la extraña coincidencia en el tiempo con la concesión del premio Princesa de Asturias de Investigación a Hinton, LeCun, Bengio y Hassabis, considerados “los padres de la inteligencia artificial” de la que presume el flipado de Google.  



No podemos científicamente evitar el calor de estos días y según el jurado, los cuatro científicos se han impuesto a otras 47 candidaturas porque “su impacto actual y futuro en el progreso de la sociedad puede ser calificado de extraordinario”, afirma el acta leída ayer en Oviedo.



¡Pavelnos matao! Los españoles seguimos teniendo el complejo de pobre recién llegado del pueblo y queremos ser los primeros en estar a la última, ya sea en consumo de cocaína, derechos de animales o el fantasioso mundo cibernético.



No tenemos inteligencia humana suficiente para darnos cuenta de los problemas que nos hunden una y otra vez y aqui nos tomamos en serio que cuando llora el Nenuco es porque de verdad tiene hambre.


No niego el mérito de los avances técnicos de estos señores en el reconocimiento de la voz humana, el procesamiento del lenguaje natural o el diagnóstico médico pero veo a mis alumnos con los ojos perdidos y que les falta la vida para sacar sus móviles entre clase y clase y me cago en todos los muertos algorítmicos de la Alexa.


Nadie se atreve a prohibir los malditos móviles en nuestras escuelas e institutos. Dirigentes políticos, asesores y profesores comenzamos a actuar indiferentes y sin alma como algoritmos andantes. Los móviles están arruinando la capacidad de atención, de concentración y de comprensión de nuestros pequeños humanos. Neutralizan su interés por aprender de un mundo que por muy real que sea no es el suyo, no es el que aparece en Tik-Tok. Son los humanos los que están convirtiéndose en terminales a-conscientes de las máquinas digitales y redes sociales, no al contrario.


Estamos con los brazos cruzados dejando que nuestra humanidad se vaya por la alcantarilla de los mal llamado ‘smartphones’ mientras que volvemos a fantasear con conciencias no humanas. Creer que los nuevos dioses del siglo XXI piensan como nosotros es un tema clave de la Filosofía desde Jenófanes a John Searle pasando por Kant y Feuerbach. La caridad, el dolor espiritual, la creatividad y la indignación siguen siendo exclusivamente cualidades humanas. Y sobre todo la comprensión consciente. Aunque oigo a Macarena Olona afirmar “la única diferencia entre Saint-Denis, El Puche o El Ejido es que en Andalucía no se ha celebrado todavía una Champions” y dudo si esta señora no será un mal prototipo de cyborg testosterónico diseñado a partir de algún mal cuadro de Julio Romero y escapado de los laboratorios secretos de Google.


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