Fernando Jáuregui
01:00 • 18 mar. 2012
Cuentan las crónicas de los que siguen la campaña electoral asturiana que Rajoy, Rubalcaba y Cayo Lara coincidieron en el mismo avión que les llevaba a participar en sus respectivos mítines en Oviedo. Juntos, pero para nada revueltos, se limitaron, dicen los testigos, a saludarse. Cada uno iba a lo suyo. Lástima, porque tendrían muchas cosas de que hablar y que acordar. Y es que la que hoy termina ha sido una semana de aúpa. Para los tres viajeros. Pero sobre todo, claro, para Mariano Rajoy. Y, por supuesto, para todos los españoles, que ya comenzamos a acostumbrarnos a los sustos.
Porque no me diga usted que el debate sobre el copago sanitario -que sí, que lo habrá- no es para que no te llegue la camisa al cuerpo. O los -affaires- de corrupción que salpican a los dos grandes partidos -sí, a los dos-, incluida la resurrección judicial del -caso Bárcenas-. O la constatación de que no parece haber manera de frenar el gasto de las autonomías, mientras en Cataluña, en el País Vasco y, por otros motivos -que el Gobierno central haya autorizado prospecciones petrolíferas frente a la costa- en Canarias, se desborda la contestación al Estado.
A mí, personalmente, me siguen asustando los tambores de huelga, los que pretenden aprovecharse, en beneficio del propio bolsillo, de unas siglas que han obtenido mayoría absoluta -Rajoy, por si no tenía bastantes problemas, ha tenido que salir a atajar algún caso que comenzaba a provocar escándalo- y me acongoja que no se me hable claramente de en qué, cuánto y cuándo voy a ver recortada mi actual situación de cierta -cierta- holgura económica. Me preocupan, sí, la ambigüedad del Gobierno y los brotes demagógicos de una oposición que se aferra a lo que sea para arañar unos votos ante las elecciones de la semana próxima.
Y me inquietan, claro, los lugares comunes que los que viajan juntos -en vuelo regular, menos mal- sueltan luego en unos mítines en los que el empobrecimiento del lenguaje político resulta cada vez más evidente. Sé que, en paralelo, se gobierna como se puede, se hacen algunas cosas, claramente insuficientes pero necesarias, se mira con clara inquietud a esa Europa exigente, a esos mercados insaciables y se contempla poco, temo, a una ciudadanía que no es solamente la que acude a esos mítines de sal gorda. Por favor, no crea usted que es un juego de palabras demagógico, pero a veces parece que están en las nubes.
Porque no me diga usted que el debate sobre el copago sanitario -que sí, que lo habrá- no es para que no te llegue la camisa al cuerpo. O los -affaires- de corrupción que salpican a los dos grandes partidos -sí, a los dos-, incluida la resurrección judicial del -caso Bárcenas-. O la constatación de que no parece haber manera de frenar el gasto de las autonomías, mientras en Cataluña, en el País Vasco y, por otros motivos -que el Gobierno central haya autorizado prospecciones petrolíferas frente a la costa- en Canarias, se desborda la contestación al Estado.
A mí, personalmente, me siguen asustando los tambores de huelga, los que pretenden aprovecharse, en beneficio del propio bolsillo, de unas siglas que han obtenido mayoría absoluta -Rajoy, por si no tenía bastantes problemas, ha tenido que salir a atajar algún caso que comenzaba a provocar escándalo- y me acongoja que no se me hable claramente de en qué, cuánto y cuándo voy a ver recortada mi actual situación de cierta -cierta- holgura económica. Me preocupan, sí, la ambigüedad del Gobierno y los brotes demagógicos de una oposición que se aferra a lo que sea para arañar unos votos ante las elecciones de la semana próxima.
Y me inquietan, claro, los lugares comunes que los que viajan juntos -en vuelo regular, menos mal- sueltan luego en unos mítines en los que el empobrecimiento del lenguaje político resulta cada vez más evidente. Sé que, en paralelo, se gobierna como se puede, se hacen algunas cosas, claramente insuficientes pero necesarias, se mira con clara inquietud a esa Europa exigente, a esos mercados insaciables y se contempla poco, temo, a una ciudadanía que no es solamente la que acude a esos mítines de sal gorda. Por favor, no crea usted que es un juego de palabras demagógico, pero a veces parece que están en las nubes.
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