Desde que empecé el mes de abril en la Leo con un concierto de Santiago Campillo y Fito Galiana, guitarristas de M-Clan y Los Secretos, respectivamente, en el que salí disparada a la pista, cansada de haberme contenido un buen rato en la silla, al escuchar unos acordes graves de guitarra, que una vez de pie se convirtieron en La chica de ayer de Nacha Pop, ya no pude dejar de bailar, y los días siguientes se transformaron en santos e intensos de verdad.
Tuve todo tipo de citas: administrativas, médicas, con ecologistas, y todas me salieron bien. Hubo una totalmente nueva para mí, y consistió en ir la noche del Martes Santo a ver desfilar a la Legión de Viator en una procesión de Cuevas del Almanzora. (Como una burda imitación de Marisa Paredes en Todo sobre mi madre, podría exclamar: ¡el tiempo que hace que yo no veía una procesión!).
Emociona ver a estos legionarios, tan rectos y serios, con sus uniformes ajustados, desfilando con el mentón ligeramente elevado y la cinta de sus gorros, graciosos y marciales, pasándole por encima de la barbilla, algo que representaba para mí una gran incomodidad, sin embargo ellos marchaban tan airosos cantando El novio de la muerte con su banda de tambores y cornetas, y algunos haciendo malabarismos con sus armas. El colmo.
Pero el culmen de la semana fue el nueve de abril. Cada año lo recuerdo. El nueve de abril de 1977 era sábado de Gloria y se legalizó el Partido Comunista de España. Yo estaba estudiando 2º de BUP en Cuevas del Almanzora, y aquella tarde me subí entusiasmada en un coche con amigos que iban a la discoteca Alice. Allí estuve de fiesta celebrándolo en un ambiente de profesores universitarios. Uno de ellos me dijo, si quieres saber no vayas a la universidad.
Eso me inquietó. Luego fui a la universidad y no aprendí nada.
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