Hay que estar muy mal de la cabeza para usar hasta Eurovisión como combustible argumental del guerracivilismo “non stop” en el que el ocupante de la Moncloa pretende que vivamos los españoles. Pero por desgracia es lo que hay. La inolvidable confidencia del entonces presidente Zapatero a su periodista de cabecera, “nos conviene que haya tensión”, aparece aquí elevada hasta la octava del absurdo musical. Pero la zorrería de enfrentar y dividir a los españoles levantando muros o decretando esferas tan sólo es rompedor del concepto de convivencia, porque ni es moderno, ni suma, ni empodera a nadie. Un país entregado a la guerra de trincheras dialécticas siempre obtiene “siropoints” en el certamen de la Historia. Sé que algunos indocumentados pensarán que toda esta dinámica que impulsan el sanchismo y sus afluentes supone un gran avance de dinamismo social, pero ignoran que todo el S.XIX español era ya esto mismo, pero sin tuiter. Recuerden la famosa pelea a garrotazos de Goya. Por lo tanto, no hay que caer en el embeleco festivalero de las zorras o en los perfiles estéticos y canónicos que anuncian la Semana Santa. Cuanto más se hable de canciones o de carteles menos nos ocupamos del desmantelamiento del estado de Derecho que está perpetrando el gobierno socialista. Y eso es lo verdaderamente grave. No ha sido casual que Sánchez haya sacado a pasear el “Cara al Sol” en una de esas sesiones de spa televisivo de las que disfruta en balnearios mediáticos afines. Y así, mientras el personal se entrega a hacer la exégesis de una mamarrachada musical, el gobierno de Sánchez va volando, uno tras otro, todos los anclajes del armazón constitucional de nuestro estado de Derecho para conceder inmunidad a los delincuentes que les alquilan el voto. Es la evidencia del vasallaje que ha impuesto en buena parte de la judicatura y que empuja a nuestra democracia hacia el inexplorado territorio de la autocracia, del que resulta muy difícil regresar.
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