La revista “Science”, que es la que uno pide siempre en su peluquería habitual antes de tener que consolarse luego con el “Interviú” de toda la vida, acaba de publicar una revelación de largo alcance e incalculables consecuencias. Según esta cabecera, en una excavación en Guatemala los arqueólogos han descubierto una estructura que contiene paredes adornadas con pinturas que finalmente han sido descifradas como cálculos relacionados con el famoso calendario maya. Ya saben: el fin de los tiempos, el acabóse, el punto final de todo lo conocido, etcétera. La sorpresa ha saltado porque el calendario hallado incluiría al parecer los ciclos astrales correspondientes a los próximos ¡siete mil años! La noticia ha sido acogida con alivio entre todo el grupo de agoreros que estaban acongojados con las profecías del calendarío de los mayas (no un Calendario de Mayas, que es una idea en plan Calendario Pirelli que aporto desinteresadamente a las cofradías almerienses para reunir fondos en esta época de turbación) pronosticaban el fin de nuestros días más o menos para estas navidades, sin la intervención directa de las sobremesas de las comidas y cenas de empresa. Pero la noticia ha sido saludada con extraordinaria melancolía en el municipio alcarreño de Pioz, catapultado a la fama planetaria de la morosidad y el descontrol por el secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, que señaló en rueda de prensa que el ayuntamiento de esta localidad arrastra una deuda de tal calibre que necesitaría exactamente 7058 años para poder pagarla en su totalidad. La alcaldesa que ha heredado no ya esta losa, sino una placa continental, se debe estar lamentando de que por apenas 58 años no vaya a dar tiempo a sus sucesores a restituir el buen nombre del municipio. Es decir, que el mundo podrá acabarse, pero algunos no habrán terminado de pagar los excesos perpetrados. Y son esos tiempos los que, con calendario o sin él, deben terminar de una vez. Los derroches y el gasto sin freno ni tasa nos deben dar más miedo que los pronósticos más sombríos de los chamanes precolombinos. Esos días han tocado necesariamente a su fin.
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