E s bueno que los jóvenes -y no tan jóvenes- lancen su grito sin desorbitar al resto de las personas decentes. Esta vez, como tantas otras coméis el plato elegido a la carta, haciendo sufrir a los niños, hombres y mujeres e incluso a los viejos sin ningún paliativo. “Ayer era una flora, hoy otra fauna. Lamentos de la máquina espantosa que agregan el terror y el desvarío”
Los actos sociales seducen a los que solo piensan en los jolgorios y lucir sus fotos. Mención aparte merecen las fiestas publicitarias a las que muchos asisten por obligación profesional.
Mi familia y yo -dependo de Dios Sumo Hacedor- hemos decidido no hacer ningún extraordinario; otros y otras buscan el lucimiento.
Conozco muchos casos terribles, unos por haberlos vivido, otros porque me los contaron personas de honor, pero ninguno ha calado tanto en mi cansado corazón como el que a continuación relato: el día primero del mes en curso leí que dos viejitos estaban en casa, no en la propia -¿o sí?- sino viviendo de prestado en casa de uno de sus hijos; de común acuerdo decidieron morir para aliviar la penuria de ellos. El marido disparó su escopeta de caza sobre el amor de su vida y de inmediato se suicidó el hombre bueno. Tengo la impresión de que el Sumo Hacedor los recibió en persona mientras una música extraña y suprema sonó en los ámbitos superiores de la Gloria.
Me pregunto si en realidad eran los hijos los que acogían en su hogar a los ancianos o eran una típica pareja víctima de los desahucios que tuvieron que volver a casa de sus padres y hasta recurrir a las exiguas pensiones post recortes. La tragedia es que muchas personas no pueden soportar la miseria. Clara López Rodríguez tiene una hija llamada Clara de diez años, rubia con ojos azules iguales que el mar. Tengo que cancelar todo lo que pensaba, y decirles a los politiqueros que son una jauría de lobos hambrientos. Esta mañana del día 13 he sentido vergüenza de ser español. Merece una repulsa dura Rajoy, sin olvidar al ministro de justicia -si la hubiera, claro- por su partido y cargo; deberían sin más dilación irse a un lugar que no quiero mencionar y que exhala un olor pestilente.
La esposa de Aznar y el sujeto vayan pues
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