La corta carrera artística de David Bisbal, si entendemos por carrera artística la que se inicia a partir de su paso por la academia de O. T., es un enorme rosario de momentos gloriosos. El bagaje artístico del almeriense ya da para varios folios: cinco millones de copias vendidas, media centena de discos de platino, dos Grammy latinos, debut en el Teatro Real, varios premios Ondas, multitud de números uno en las listas de ventas de medio mundo, debut en el Albert Royal Hall London…
Esta semana que hoy termina hemos disfrutado del éxito de un David televisivo. Su decisión de participar como “coach” en “La Voz”, de Telecinco, entrañaba grandes riesgos. Nadie desconoce, y él tampoco, que Bisbal carece de una vasta formación musical. Su vida artística no tiene nada que ver con las trayectorias académicas, profesionales y personales de los otros “coach”. Rosario y Malú han mamado la música desde el minuto cero de su nacimiento, y Melendi es un cantautor de lujo. En el primer programa vimos un Bisbal dubitativo que recurría a tópicas y estruendosas frases y se veía desbordado por la emoción. Fue sólo un día. En los sucesivos programas se transformó en un David seguro, con un papel bien estudiado y una interpretación gestual bien medida. Un cambiazo sobre la marcha que no hizo otra cosa más que ratificar la enorme versatilidad de este gran muchacho.
David, con “La Voz”, se arriesgó. Se arriesgó y ganó. En el plano personal y en el artístico. Llevó a la gloria a su pupilo, Rafa Blas, que ganó el concurso, y a la gloria se llevó él mismo cantando a dúo con Rafa un “Hijo de la luna” memorable que nos hizo a los telespectadores saltar de nuestros sillones y ponernos a aplaudir. El jueves, Telecinco se atrevió a colocar en horario late night el concierto de David en el Royal Albert Hall de Londres. Qué leche, también fue líder de audiencia.
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