El mensaje imposible del Rey

El mensaje imposible del Rey

Rafael Torres
01:00 • 26 dic. 2012

El mensaje navideño del Rey adolece cada año de la misma disfunción: cuando lo escuchan, los ciudadanos saben de qué está hablando el monarca, pero el monarca, no. Cuando se refiere al paro, a la miseria o a la exclusión social, obviamente habla muy de oídas. Si en vez de limitarse a leer un discurso, se hubiera implicado personalmente en las causas que supuestamente le preocupan y afligen, y, dentro de sus limitaciones, hubiera fustigado abiertamente la corrupción, o promovido el cese de tantos criminales desahucios, o entregado una parte de su gran fortuna en socorro de los que vuelven a pasar hambre y frío, o visitado de incógnito los barrios azotados por el paro, alguna de las innumerables manifestaciones de ciudadanos humillados, las agónicas comarcas mineras, las atestadas urgencias de los hospitales, o, cualquier otro diorama de la realidad social del país, y se hubiera pronunciado con conocimiento de causa, sus palabras habrían sido entendidas, cuando menos, por él. Los cambios escenográficos del mensaje no son suficientes, ni siquiera necesarios para modificar positivamente la opinión que del monarca tienen cada vez más españoles. Pero si, encima, en ese discurso cuyo objetivo es impartir doctrina, no se menciona la corrupción, que no sólo está el origen de las calamidades, sino que ha salpicado a la propia Familia Real, entonces esa charla carece de credibilidad. El mensaje no llega a su destino porque no es real, y porque ninguna carta llega a su destino si no se le pone el sello. El sello que le falta al mensaje navideño del rey, todos los años, no es otro que el de la autenticidad.







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