Coincidiendo con la oposición de PSOE e IU al proyecto municipal de derribo del edificio abandonado de Correos, vuelven a anidar en el balcón informativo almeriense bandadas de estetas zaheridos emplumados como asociación y piando por la conservación de otro adefesio. Pura casualidad. Pero no frivolicemos: hay que estimar en su justa medida la capacidad de este colectivo por haber descubierto, aunque sea retrospectivamente, los valores de semejante conjunto monumental. Toda una vida echando cartas y recogiendo multas sin percibir que estábamos ante el pórtico de la gloria telegráfica. Por lo tanto, un edificio tan notable merece ser salvado del innoble fin que quiere propinarle la derechona insensible. Ya pasó cuando el Corte Inglés se fijó en La Salle, cuya fachada pasó de tener un azulejo con el patrón de la escuela dibujado al estilo lata de Cola-Cao, a ser una especie de Capilla Sixtina del patrimonio educativo andaluz. Y bueno, ya sé que el edificio de Correos no fue usado como escenario de joyas cinematográficas de la enjundia de “Cónan el Bárbaro” y que probablemente carezca de las mismas posibilidades escénicas del apetitoso Toblerone como escenario de performances mochileras, pero qué demonios: no vamos a quedarnos impasibles ante un nuevo atentado a la historia cultural de Almería. La ciudad donde el sol pasa el invierno no merece ver su historia soterrada por el capitalismo inclemente. Así que no sólo debemos evitar por todos los medios que se destruya esta obra de arte en hormigón postal sin franqueo, sino que debemos reparar errores y exigir la reconstrucción urgente del edificio Trino. Pásalo.
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