Carta a Manuel del Águila

Carta a Manuel del Águila

Kayros
01:00 • 11 oct. 2013

 Escucha Manolo: No sé si sabes que tengo sobre el atril del piano algunas de las piezas que tú compusiste para este instrumento. Como ahora no se te ve demasiado por las salas de conferencias ni por las galerías de arte, he pensado que el mejor modo de conectar con tu mundo lleno de sensibilidad es acceder a través de la música.  


Ya estarás  enterado de que te van a hacer un gran homenaje las gentes que no te olvidan. Músicos, poetas, amas de casa, ejecutivos y ciudadanos anónimos sin poder alguno, quieren colaborar al unísono para dar brillo a tu nombre. No sabes cómo se está poniendo esto. La cultura sigue siendo la cenicienta  del barrio. 


Aquí no hablamos nada más que de crisis y de la todavía futurible recuperación que nos asfixia. Donde tú hablabas de poesía ellos ponen el financiero  sentido común, la prima de riesgo o la amenaza del rescate. Desde luego tampoco es para emocionarse mucho. Si yo te escribo esta carta es para salir, siquiera sea por unas horas, del  agobiante  atolladero  sociopolítico en que estoy inmerso.  Ya resulta excesivo denunciar todos los días la corrupción y la fealdad de la vida.  Al final para qué. Una s veces son las derechas y otras las izquierdas. Salvo que nos divirtamos viendo cómo mienten unos y otros, cómo van todos a por la pasta, lo demás es perder el tiempo. Hermoso tiempo de vivir  el amor y la  belleza,  de  aumentar la felicidad de los hombres por medio del arte. 




Tengo nostalgia de cuando todavía no teníamos que contar con los partidos políticos ni con sus representantes que tanto nos quieren, para crecer dentro del porvenir de cada cual. Ahora todo aquello pasó. No quisiera entristecerte contándote la tragedia del paro, sobre todo el de los jóvenes que más pena dan. Tampoco andan como para tirar cohetes las cosas de la cultura, tu universo   preferido y visitado. Menos mal que nos dejaste tus poemas y tu música en prenda del recuerdo vivo del paraíso que “va para la mar”, recorre la ciudad, visita a los amigos y luego se vuelve hacia el cementerio del Alquián  donde moras. Que los violines de Verlaine de este otoño  maravilloso te  sirvan de consuelo.






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