El periodismo es una disciplina en cierto modo muy joven. Comenzó no más allá de finales del siglo XVIII acuciado por la necesidad de transmitir el resultado de las batallas que tenían evidentes repercusiones económicas, políticas y sociales. A veces estas noticias podían ser falsas, y por consiguiente capaces de cambiar las expectativas. De ahí que la principal cualidad de la prensa es que hable de cosas actuales que interesan al individuo en sociedad. Contra la actualidad opera la digresión, cuyo efecto es romper el hilo del discurso o de hablar en él de cosas que no tengan conexión o enlace con aquello que se está tratando. Esto es pues lo que dice el Diccionario de la Real Academia, pero tratándose de periodismo hay muchos más matices dignos de tener en cuenta. Cuando cayeron las bombas de Palomares, la Tertulia Indaliana se entretenía en la búsqueda del origen de la palabra Almería. A ver si ahora que se cumple el milenio, los amantes de la digresión nos dan otra clase magistral para no hablar del desahucio. En realidad para enterarnos de lo que sucedía en los frentes no hubiera hecho falta ningún periodista, ya los ejércitos llevaban un historiador o un poeta oficial que contaba las hazañas. Lo que obligó al nacimiento del periodismo fue la prisa. Las noticias se hacían viejas en el atardecer del mismo día y por eso se impuso la transmisión cíclica. Este era pues el nombre de la mayoría de los rotativos, diarios.
Ahora hay como una moda de sustituir las noticias por historias o más bien por historietas, como si a nivel social fuera más importante la literatura que el periodismo. Nadie ve mal que una noticia reciente sea contextualizada desde la historia pasada, pero suprimir su efecto contemporáneo en la sociedad que vivimos por un relato de otro tiempo, amorfo y descomprometido, resulta una estafa intelectual. No sé si será por el auge de la novela histórica pero hay periódicos que parecen informes de la Real Academia de la Historia. Alguna vez se ha dicho que la actualidad es rabiosa. Ese adjetivo de perro enfermo le debe venir de la guerra que mantiene con los manipuladores de la realidad, más atentos al pasado que al presente, al siglo XII que al XXI.
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