No me importa reconocer que a veces siento nostalgia de la ciudad. La ciudad con sus luces. sus animadas cafeterías, sus azarosos reencuentros de antiguos amigos y amigas. La crisis se ha llevado por delante un montón de cosas pero sobre todo el viejo amor por la belleza. En otro tiempo uno hubiera dedicado algún artículo a la nieve, pero este viento frío del ajuste y sobre todo, este cotidiano sufrimiento de un país entre mentiras y corrupciones, me ponen a uno al borde del ridículo.
¿Cómo quieren que dedique mi prosa al senderismo o al coleccionismo de sellos con lo que está cayendo? Pero sí, sí, los amados paisajes por donde anduve en otra época no se me olvidan nunca. Tres mundos culturales ocuparon mi vida como una derivación de la profesión periodística: la música, la poesía y la pintura. No quiero hacer crónica del pasado inmediato. Si aquí lo traigo a colación es para poner de relieve el abismo temático en que he caído por culpa de la crisis.
Habrá quien piense que el mejor modo de afrontar la situación es olvidarse de todo frecuentando algo más el arte. En la primera mitad del siglo pasado, los poetas ya sufrieron este cargo de conciencia. Dudaron si ocuparse de la guerra y de sus trágicas consecuencias o seguir transmitiendo sensaciones lumínicas como los rosas de la aurora o los malvas del crepúsculo provinciano.
A Juan Ramón le tildaron de poeta puro, o sea, no comprometido, y sin embargo se sabe que desde su exilio mandó dinero para los niños pobres de la República. No siempre es lo que parece, pero volvamos a los estragos de la crisis. Tropezamos una vez más con otro problema binario: ¿la cultura es una manera de entender del mundo o es un mero espectáculo para el entretenimiento de la gente?
La izquierda dirá que dentro de un sistema de explotación del hombre por el hombre, la cultura debiera ser la flecha hacia el cambio y el progreso. La derecha conservadora , en cambio, lo ve profesionalmente como el director de un museo, tesoro estético que debemos mantener. Sea como fuere, cada cual deberá solucionar este dilema sin perder su amor por la belleza.op
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